sábado, outubro 06, 2012

6. Primeros movimientos autónomos. Noción de héroe en Hannah Arendt. La imitación de la acción.

En efecto, O vale do Anhangabaú mostraba desde su nacimiento estético un visual diferente, más organizado quizá, que su propio desordenado parto. El cordón umbilical que unía a los partidarios con los apartidarios parecía definitivamente roto. En Patriarcas, los responsables por el llamado telemático mundial en São Paulo, de quienes André aún no había descubierto sus identidades, habrían sido los encargados de decidir la ruptura con el grupo principal formado en São Bento. Este llamado habría de haber surgido tras meses, años, vidas de trabajos, entre diferentes organizaciones; sin embargo, algunas de esas organizaciones ya estaban consolidadas en los ámbitos institucionales y otras, u otros individuos, eran más influenciadas por el 15 M y Ocuppy Wall Street. Por primera vez, André escuchaba debajo del Viaduto do Cha hablar propiamente del llamado global, de los principios del movimiento global que debían ser apartidario, no violentos y consenso.

Las tiendas de campaña estaban desplegadas en el valle, debajo del viaducto para protegerse de las inclemencias meteorológicas. Habría unas veinte. Algunos carteles a favor de un pueblo indígena descansaba en una de las dos paredes que servían de soporte al viaducto, y de cobijo al movimiento. El espacio ocupado por las tiendas era menor de la mitad de la explanada cubierta por el ”viaduto do Cha”. Un coro con siete u ocho personas intentaba zanjar para siempre la controversia suscitada justo arriba, a escaso doscientos metros, en Patriarcas. Era João Victor, que no deseaba el desgarro, que luchaba en realidad interiormente por seguir en Patriarcas con los suyos, o adherirse a la posible acampada en la que ninguna enseña de partido político sería permitida.

La lluvia paró, pero el cielo ni mucho menos se abrió. Debajo del viaducto entraba un corredor de aire que circulaba por el valle, luego hacía frio. Pero eso no impidió que un grupo de indios se unieran al encuentro, a pecho descubierto y con pinturas de guerra por todo el cuerpo. Eran los Xingú, población escasa en cuyas tierras el gobierno federal pretende construir una hidroeléctrica. Ellos amenizarían ya el momento, contagiando con sus cantos a los presentes, y haciendo algunas que otras demostraciones nativas con lanzas. Los ordenadores ya se instalaban en un par de mesas que comenzaban a delimitar el cuadro formado por las tiendas, estiradas en el suelo y sin montar, donde algunos también sacaban sus portátiles para conectarse en la red. Al lado de las mesas, se amontonaba material diverso, como latas de pinturas, libros apilados, rollos de papel y de telas… Había familias entre los presentes, con niños, que rellenaban con colores las letras mayúsculas escritas en algunas tiras. André se sorprendió gratamente con la presencia de un “menino de rúa”, sentado en el suelo junto a los demás, con una brocha, dándole color a un slogan que decía “15 O Mudanza global”.

La presencia de André era indiferente para los presentes en el Valle. Nadie, excepto una mujer que se acercó junto a otros dos para poner de pie el cartel que descansaba en la misma pared donde André se había sentado al alejarse un poco del núcleo del movimiento para reflexionar, se dirigió a él. La mujer lo hizo para dejarle un panfleto, que en concordancia con el movimiento Xingú, explicaba los motivos para no construir la hidroeléctrica Belo Monte. Básicamente, dicha construcción produciría un desacoplamiento entre los indios nativos y su entorno. Pero a André le parecía extraño, que no siendo muchos debajo del viaducto, nadie se interesara por su presencia, no sabía, pero esperaba más proselitismo político en el campamento. En realidad a André le llevó tiempo darse cuenta de que cada segundo después del parto era un segundo de sobrevivencia organizacional. Si el movimiento ha de acoplarse, los individuos también. No había ninguna prisa, parecía, y la organización de “algo” lleva el tiempo que le sea necesario. Pero realmente, aparte de conversaciones y cantos de indios mezclados con batucadas esporádicas, parecía no pasar nada allí.

La imagen del héroe surgida del 15 M, habrá tenido mucho que ver en la aparición de otras tantas más, esparcidas por el mundo. Pero las diferencias se antojarán inmensas entre unos y otros. De hecho, sus respectivas repercusiones están a años luz unas de otras. Quizás porque los españoles actuaban, mientras los brasileños imitaban. “La existencia debe interpretarse como un fenómeno estético y no moral.”, dice Diego Sánchez Meca, 392, y citando a un clásico presocrático, Heráclito, quien “comprende la existencia a partir de un instinto de juego, hace de la existencia un fenómeno estético” (393). La acampada de Sol fue espontánea, natural, mientras que Acampa Sampa era más artificial, planeada, convertida en objetivo desde antes de su gestación. André quería entender la sociedad a través de arquetipos, y en este valle se encontrarían aquellos que, al menos, saben que en Egipto, España o Nueva York ha pasado algo. Para él, estos del valle serían el héroe, de todas maneras. En André, la noción de héroe, acoplado o desacoplado más que trágico o épico, está involucrada en el material campamento de un movimiento social de protesta global, y desde un “héroe” material, trágico o no, corre la historia de una particular posibilidad de participar en el libre juego de las facultades dentro de un ámbito común y plural: el ámbito de la acción. Por tanto, la acción, un hacer que da cuenta de lo que somos, en su triple dimensión posible de hacer (las griega de arjein, poein y pratein) se remite a Aristóteles y su Poética, a la tragedia, a la mimesis praxeos, a la imitación de la acción en la cual nos acoplamos, o en la que el héroe de este movimiento tendrá que dar cuenta de una específica forma de hacer el mundo humano.

André leía en esos días “La condición humana” de Hannah Arendt, y en el capítulo 25 trataba la trama de las relaciones y las historias interpretadas. En el momento en que queremos decir quién es alguien, nuestro vocabulario nos induce a decir qué es ese alguien. Esta frustración es afín a la imposibilidad filosófica de definir al hombre. Qué es el hombre, responde a cualidades compartidas con otros humanos, pero “quién” es esta persona responde a su específica diferencia. La imposibilidad de solidificar en palabras la esencia viva de la persona tiene relación con la esfera de asuntos humanos, donde existimos como seres que actúan y hablan. La manifestación del “quién” acaece como los oráculos.

La acción y el discurso revelan al agente interesado por los asuntos del mundo de cosas del cual surgen los intereses humanos, el inter-est, que se encuentra entre las personas y por lo tanto puede relacionarlas y unirlas. A este en medio de, le llamamos la “trama” de las relaciones humanas. La revelación del “quién” mediante el discurso, y el establecimiento de un nuevo comienzo a través de la acción, inician un nuevo proceso que emerge como la única historia de la vida del recién llegado. Debido a esta trama, la acción siempre realiza su propósito, “produce” historias. Estas nos hablan sobre el “héroe” en el centro de cada una de ellas; pero nadie es autor o productor de la historia de su propia vida: las historias revelan un agente, pero este agente no es autor. Que toda vida individual pueda contarse como una narración, es la condición pre-política de la historia, la gran narración sin comienzo ni fin. El gran desconocido de la historia surge cuando uno descubre que la humanidad nunca puede llegar a ser un agente activo; el ‘héroe’ de la historia nunca es autor de dicha historia. Sólo podemos saber quién es o era alguien conociendo la historia de la que es su héroe. El héroe no requiere cualidades heroicas. La connotación de valor se hallaba ya en la voluntad de actuar y hablar.

La imitación o mimesis es apropiada al drama, la interpretación de una obra es una imitación de actuar. Los actores son capaces de transmitir el pleno significado, no tanto de la historia en sí como de los “héroes” que se revelan en ella. Aquiles depende del narrador; pero es el único héroe que entrega en las manos del narrador el pleno significado de su acto. Al respecto, según Nietzsche, en la tragedia griega el coro era más importante que la acción: “Ha sido una auténtica desgracia para la estética que se haya traducido siempre la palabra “drama” por “acción”…el drama antiguo excluía la acción” El héroe es sólo apariencia…el simbolismo del coro expresaría la relación entre la cosa en sí y la apariencia.

Tal era la obsesión de André, que no le quedaba más remedio que conocer al héroe. Por tanto, era hora de levantarse y entablar conversaciones por iniciativa propia. Así, al poco tiempo de mezclarse en un grupo de unas setenta personas, concentrado al otro lado del campamento, donde la mitad del viaducto no era ocupada por las tiendas de campaña aún sin montar, la vida fluía y se regocijaba en su momento. Allí, conoció a un enmascarado. Este enmascarado sostenía una especie de tríptico de palo, sobre el cual colocaba diferentes cartulinas con diferentes mensajes. Algunos manifestantes se tiraban fotos con el enmascarado y uno de ellos le pidió una cartulina, pues andaba de manos vacías. Así hizo André, y tras pedirle una cualquiera que pedía educación pública de calidad, comenzó una conversación que no acabaría hasta que ambos se despidieran por la noche.

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