sábado, outubro 06, 2012

Epílogo. La contradicción entre la idea y la disposición. Negatividad acumulada. Adorno y el luto por la cultura.

Sumido en el pesimismo, sobre todo, de quien dialécticamente se atraganta, porque el conflicto con su realidad es frontal, no teniendo más opción que optar por la opción “a” hegeliana, la de alejar la finalidad por la que se lucha. Es la imposibilidad humana la que le manda el conflicto, según Hegel, y según el enmascarado.

Se podían contar unas ciento cincuenta personas en la asamblea general. Estas, junto a las tiendas, ocupaban la parte del valle De Anhangabaú que pasa debajo del viaduto do Cha. Las personas lo vivificaron todo, haciendo real una democracia participativa. Acampa Sampa se había llenado de pancartas, carteles, tiras, trípticos, emblemas que explicaban algo de lo que allí estaba pasando. Desde esa primera asamblea general, la mayoría de las que hubo en la vida de Acampa Sampa en el “Vale do Anhangabaú”, giraron sobre aspectos de organización interna. Tales cuestiones iban surgiendo sin parar, ocupando el tiempo que se debiera dedicar a una práctica artística que visualizara el espacio ocupado, tiempo de la transmisión estética, más allá de las asambleas participativas, de lo que estaba ocurriendo debajo del viaduto do Cha. La organización, aun siendo no más de treinta tiendas de campañas, se tornaba cada vez más compleja. Se discutía sobre aspectos del campamento, y el campamento era la prioridad.

Como un organismo deseoso de prosperar, de medrar a una nueva fase desconocida repertorial, nueva, así nació el movimiento. Pero este movimiento pareció más bien haber sido engendrado en una probeta. Parece más un experimento de laboratorio que una ecología modal propia, la cual cumple la función estética de auto realizar al sujeto frente al mundo exterior. La imagen podría valer más que el mensaje en Sao Paulo, en el resto del mundo, el 15 de Octubre. Sin embargo, el mensaje y la imagen si concordaron, como el entusiasmo y las posibilidades reales, solamente unos meses antes, en Madrid primero, y en Nueva York después. La realidad brasileña es otra tan diferente a esos lugares, que la diferencia entre sus respectivas acampadas y sus respectivas repercusiones son igual de abismales. Las poéticas que han de convivir globalmente son tan diferentes, que sacarles el nexo común es solo una tarea teórica en Sao Paulo. Los días que se pasaron acampados en O Vale do Anhangabaú, sirvieron para dejar constancia. André se rindió poco después, como era se esperar, pero el movimiento aún vive (a fecha de 7 de septiembre de 2012).

Pasó por el altavoz de la asamblea João Victor, el del partido político, pero ahora con una cazadora que cubría la camiseta partidaria. Entre los asamblearios había colegas suyos del partido, que como él, por el hecho de participar de la asamblea no se veían forzado a abnegar de su partidarismo. Si allí se encontraban, era porque se habían desacoplado de los suyos, los que se quedaron en Patriarcas, para acoplarse al Acampa Sampa de los apartidarios. Pero estos acoplamientos y desacoplamientos son muy líquidos, casi de quita y pon, dentro de una modernidad líquida según Baumann. André perdió de vista al enmascarado, al que no volvería a ver nunca más. Esa noche del 15 de octubre los héroes durmieron dentro de los sacos de dormir, pero sobre las tiendas de campañas, y no dentro de ellas. André no veía la acampada con mucho futuro, máxime, cuando llegara el lunes, y con él, la vuelta a la labor. Además, comenzaba a perder la poca fe en las imágenes de una plaza madrileña tomada por los españoles. Esas conquistas de plazas habían surgido de forma natural, no teleológicamente, no mecánicamente, sino naturalmente, como los organismos nacen.

“Como en Schopenhauer, el concepto de tragedia en Nietzsche implica una forma de negación. Pero esa renuncia significa asumir trágicamente que no hay misterios metafísicos inefables, que el mundo no es más que la apariencia de nuestras formas de lenguaje”. El héroe disposicional, en el ambiguo repertorio campamento-ciudad, no solo no ha sido hallado, sino que ha dejado de tener razón de ser para André.

¿En qué se parece el movimiento a las vanguardias y neo vanguardias del siglo XX, o al 15M? Es decir, cómo se acumula la negatividad y cómo va a realizarse su despliegue. ¿Cómo se constituye y cómo se desarrolla el carácter instituyente que otorga la política en el campamento? La contradicción brutal entre estas cuestiones y la disposición de André a enfrentarse a su propia realidad, podría haber derivado en una tormenta emocional. Ese es el riesgo de jugar con la razón libertadora.

Con Adorno, y con su luto por la cultura, se identifica el escéptico André. Quizá se identifica porque él mismo es el derrotado, él mismo es el alienado, él mismo deja de creer en el ser humano al verse cobarde, incapaz de acción. Siente que su pensamiento no es verdadero, y eso le corroe las entrañas. Sin embargo, y también con la esperanza de hallar un camino, que solo puede ser indicado en el curso de la historia, cree con Adorno que debe ser tarea del filósofo interpretar el presente en relación al pasado. Así, quedaba demostrado con Lukács que el presente es el producto de fuerzas históricas. Ahora, parece inevitable entrar en el campo de lo que podrían ser los peores miedos, los relacionados con la destrucción y aniquilación, los cuales pueden revelar también las mejores esperanzas de una cultura que, por lo tanto, ha de conllevar en sus diferentes relaciones una parte conservadora y otra progresiva, una parte anestesiada y otra hermenéutica. Al héroe urbano trágico del siglo XXI le otorgamos el carácter acumulativo de negatividad común en los románticos. Pero el principio fundamental proclamado por los románticos, “la vida burguesa no debe ser exaltada”, no vale para el siglo XXI.

André no perteneció al campamento. Había salido derrotado. En su búsqueda del acoplamiento del movimiento con la realidad, en su búsqueda de su héroe, él, el propio André, fue quien resultó desacoplado. No hay otro corazón del movimiento que el que late en O vale do Anhangabaú, con los acampados humanizando dicho espacio público. La segunda parte de “Marxismo y teoría de la literatura”, de G. Lukács, comienza entrando in media res, donde se da la misma acción en el ámbito de la pluralidad, donde se dan la comunicación, la palabra y la sensibilidad. La narración de forma autónoma y activa, “emergente” y “teleonómica”,( lo teleonómico supone que establecemos pautas para alcanzar un determinado fin en diálogo con el entorno que habitamos…) trata unos hechos revolucionarios, o no, que se están dando en nuestro momento histórico social, hechos que están mudando la forma de percibir la realidad de muchos, o mejor, la posibilidad de acoplarse y entender la realidad de muchos, con cierta conciencia asumida desde cierto materialismo histórico, hechos cuyos fines son precisamente los mismos que los apuntados en la Idea de una República de los fines: los de conformar esferas públicas. A dar cuenta de un acoplamiento o desacoplamiento posible he estado llamado, y lo he intentado desde una narración que mantiene la tensión entre el intento de buscar la dichosa teoría de la sensibilidad desde una particular experiencia estética y el ineludible fracaso que prosigue a cualquier intento de reducir a concepto lo estético.

BIBLIOGRAFÍA:
- La república de los fines (Jordi Claramonte)
- Apuntes de Estética del profesor Simón Marchán Fiz, correspondientes a Estética y teoría del arte I - Web aulas de Jordi Claramonte, correspondientes al curso de Estética y teoría del arte I.
- Desacoplados pero maquetados (Jordi Claramonte)
- Las ideas estéticas de Marx (Adolfo Sánchez Vázquez)
- El valor del socialismo ( Adolfo Sánchez Vázquez)
- Diccionario de filosofía (Diego Sánchez Meca)
- La condición humana (Hannah Arendt)
- Vida para consumo (Zygmunt Baumann) - Amor líquido (Zygmunt Baumann)
- Poética (Aristóteles)
- Marxismo y Teoría de la literatura (G. Lukács)
- La experiencia dionisíaca del mundo ( Diego Sánchez Meca)
- Ciudad y ciudadanía. (Fernando Quesada)
- Comprender Adorno (Alex Thomson, editora voces)
- ¿Qué democracia? (Norberto Bobbio)
- ¿Qué socialismo? (Norberto Bobbio)
- Las promesas incumplidas de la democracia (Norberto Bobbio)
- Los sufrimientos del joven Werther (W. Goethe)
- La transmisión de conceptos estéticos en los movimientos sociales (Luis J. Juan Martín, trabajo Sept. 2012 en Estética y Teoría del arte II)
- La problemática de la estética en Kant (trabajo Feb.2012 Estética y Teoría del arte I)
- Investigaciones en ciudad y arquitectura insostenible (María Jaime Bueno)
EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE LA FANTASÍA DE LA EMANCIPACIÓN CULTURAL

7. El enmascarado. Trágico es igual a gozoso. La revolución trágica en Aristóteles, Hegel, Marx y Engels, según Adolfo Sánchez Vázquez.

Se anunció una asamblea general para las ocho de la noche. Los participantes del movimiento se organizaron en comisiones de trabajos, como la de comunicación o la de vigilancia de las tiendas. La verdad, estar en medio de los primeros manifestantes, vivir los primeros pasos de algo que puede mudar el mundo, es un caramelo para un niño que se siente desacoplado del modo con que entienden la realidad sus contemporáneos. Al final, no es más que una fantasía producida por los sueños de la razón. Lo es porque ese desacoplamiento no se da en André en la realidad, solo está producido en su cabeza. Los presentes sonreían, ese 15 de octubre había sido programado como día festivo. Si André entendiera esto, no se sentiría incomodo con la alegría de los manifestantes. Y no es que André no sintiera ninguna alegría, por lo contrario, estaba eufórico de entusiasmo. Pero la alegre paciencia que estaba sintiendo en la calle, mezclándose con desconocidos, se contradecía con la chillona urgencia de su imaginaria transformación de la sociedad a partir del héroe global.

Los de la comisión de comunicación daban noticias del número de participantes en otros puntos del mundo, como en España, Inglaterra, o en otras ciudades brasileñas también. Personas iban y venían, muchas experiencias personales aconteciendo, experiencias anónimas, experiencias con un enfoque experimental. La de André fue la de no despegarse del enmascarado, cuya palabra lo enganchó desde el comienzo.

La conversación fluyó con él hasta que se hizo de noche en el Valle. Hablaron, como no, de filosofía, de estética y de política. Se sentía bien por formar parte activa, solo con su presencia, en el movimiento; se estaba conectando en cierto modo con el resto del planeta al hacer acto de presencia, y veía que el tipo de charlas que le tildaban como un loco con el resto de los ciudadanos, en este ámbito de Anhangabaú se convertía en asunto prioritario; sobre todo, gracias a la presencia del enmascarado, tenía la oportunidad de desarrollar su pensamiento con las palabras, buscar el camino de la razón. El enmascarado exhalaba crítica y reflexión, algo de lo cual, André acreditaba, carecía la gran mayoría de la población. Eso le hizo sentirse elevado. En realidad, la conversación giró alrededor de la revolución pero desde un punto de vista trágico.

Debajo del viaducto, la policía ya se había acercado para saber que hacían esas tiendas en el suelo. Momentos como ese podrían delatar los organizadores del cotarro paulistano, pero ahora eran unos los que conversaban con los agentes de la autoridad, luego eran otros. Poco a poco, los asuntos del campamento iban saliendo a la luz pública, y de esa forma, antes de la asamblea general, ya se sabía que una de las mayores preocupaciones del movimiento era si debía o no acampar o montar las tiendas. En efecto, la policía municipal aconsejaba no hacerlo, pero tampoco había ninguna ley que lo prohibiese de modo determinante. ¿Estarían los agentes de la autoridad enterados de que allí se cocía una tentativa revolucionaria? La acampada era la razón de ser del movimiento, era su identidad física, su forma biológica. En esos menesteres, y otros que a priori eran eventuales y de pequeña importancia, mas siempre sobre organización interna del presunto campamento, pasar la noche debajo del viaducto era un triunfo considerable. Pero la gran sorpresa le llegó a André cuando el enmascarado se puso a citar, entre otros, al hace poco fallecido profesor Adolfo Sánchez Vázquez.

El enmascarado citaba al profesor español, en un intento de comparar diferentes revoluciones. Estas son contradicciones de clase y, al mismo tiempo, un intento de resolverlas. Pero las revoluciones, históricamente, zozobran, y gracias a ese fracaso ingresan en el mundo de lo trágico. Aunque no toda revolución fracasada es trágica.

Sánchez Vázquez realiza un recorrido histórico sobre la idea de tragedia, desde Aristóteles, quien intenta rescatar lo trágico, ya que Platón lo había puesto en relación con la parte menos noble del hombre: la tragedia implicaría impulsos de la pasión. Aristóteles revela la grandeza de lo trágico, su valor formativo. El hombre se encuentra en una situación trágica cuando esta es un conflicto en el cual se pasa de la felicidad a la desgracia, el desenlace es desgraciado. Después, salta hasta Hegel, quien profundiza en la naturaleza del conflicto. La universalidad del fin, obliga a quien lucha hasta las últimas consecuencias: la muerte. Jordi Claramonte menciona a Aquiles, y su quehacer. El héroe solo puede afirmar su condición humana luchando por un fin tan vital que exige su propia muerte. Pero su sacrificio es una afirmación de sí mismo. Con Hegel el conflicto es radical e irreconciliable. La naturaleza trágica del conflicto proviene de imposibilidades humanas: a) la de alejar la finalidad por la que se lucha. b) la de alcanzar el conflicto con felicidad. c) la de renunciar a la lucha.

En la tragedia revolucionaria el conflicto se traba entre fuerzas o clases sociales, las cuales se encuentran con imposibilidades que prestan su carácter irreconciliable al conflicto. ¿Cuál es la modalidad específica del conflicto trágico cuando explota entre hombres, portadores de las finalidades de una clase social determinada?

Marx y Engels abordan este problema con relación a Lassalle, porque están atraídos con la revolución vista desde el ángulo de su fracaso. El tema de Lasalle era: Insurrección de los caballeros renanos de 1522-1523 encabezada por Franz von Sickingen y por Ulrich von Hutten, cuyos ideales eran implantar una democracia de nobles, encabezada por el monarca, semejante a la Polonia de entonces. La lucha contra los príncipes terminó con la muerte de los dos jefes de la sublevación por no haber conseguido atraer a las masas campesinas. Hecho histórico sobre el cual Lasalle teje en 1858 su tragedia revolucionaria, la cual conlleva una contradicción dialéctica. Parte del carácter conflictivo de toda revolución, contradicción que tiene carácter universal: una contradicción entre la idea y la acción. La contradicción gana la forma de un conflicto entre un entusiasmo revolucionario y las posibilidades reales. Lasalle concluye que los fines revolucionarios se pueden obtener en un compromiso. La idea es poderosa (idealismo) pero ese atributo se pierde cuando la idea toca en la realidad. Realizarse es degradarse. Lasalle priva de sentido la revolución cuando señala que ella desemboca en compromiso.

Los dos personajes se convierten en estandartes de esta idea trágica de la revolución:
-Sickingen no es representante de su tiempo, y sí portador abstracto de la idea de compromiso
- Hutten es la personificación del entusiasmo.

Las observaciones de Marx a Lasalle tienden a revelar el fundamento histórico-social del conflicto trágico y las causas de la derrota de Sickingen. “Sucumbió porque se elevó como caballero y representante de una clase caduca contra lo existente” Las finalidades de clase de Sickingen implicaban un retorno al pasado, y con los ojos puestos en el pasado, no podía trabar esa lucha contra los príncipes. Tenía que apelar “a las clases cuyo desenvolvimiento significaba la negación de la caballería”. Marx concuerda en hacer del conflicto revolucionario el eje de la tragedia moderna, pero el tema no era adecuado. Marx le dice a Lasalle que no puede existir conflicto trágico revolucionario cuando de él están ausentes las fuerzas propiamente revolucionarias.

La naturaleza de lo trágico reside en una imposibilidad humana; en la tragedia revolucionaria se trata de la imposibilidad histórica que el héroe no puede resolver. No se puede dar la alianza entre la nobleza y los campesinos. Esta imposibilidad sitúa el conflicto en el terreno de la tragedia.

6. Primeros movimientos autónomos. Noción de héroe en Hannah Arendt. La imitación de la acción.

En efecto, O vale do Anhangabaú mostraba desde su nacimiento estético un visual diferente, más organizado quizá, que su propio desordenado parto. El cordón umbilical que unía a los partidarios con los apartidarios parecía definitivamente roto. En Patriarcas, los responsables por el llamado telemático mundial en São Paulo, de quienes André aún no había descubierto sus identidades, habrían sido los encargados de decidir la ruptura con el grupo principal formado en São Bento. Este llamado habría de haber surgido tras meses, años, vidas de trabajos, entre diferentes organizaciones; sin embargo, algunas de esas organizaciones ya estaban consolidadas en los ámbitos institucionales y otras, u otros individuos, eran más influenciadas por el 15 M y Ocuppy Wall Street. Por primera vez, André escuchaba debajo del Viaduto do Cha hablar propiamente del llamado global, de los principios del movimiento global que debían ser apartidario, no violentos y consenso.

Las tiendas de campaña estaban desplegadas en el valle, debajo del viaducto para protegerse de las inclemencias meteorológicas. Habría unas veinte. Algunos carteles a favor de un pueblo indígena descansaba en una de las dos paredes que servían de soporte al viaducto, y de cobijo al movimiento. El espacio ocupado por las tiendas era menor de la mitad de la explanada cubierta por el ”viaduto do Cha”. Un coro con siete u ocho personas intentaba zanjar para siempre la controversia suscitada justo arriba, a escaso doscientos metros, en Patriarcas. Era João Victor, que no deseaba el desgarro, que luchaba en realidad interiormente por seguir en Patriarcas con los suyos, o adherirse a la posible acampada en la que ninguna enseña de partido político sería permitida.

La lluvia paró, pero el cielo ni mucho menos se abrió. Debajo del viaducto entraba un corredor de aire que circulaba por el valle, luego hacía frio. Pero eso no impidió que un grupo de indios se unieran al encuentro, a pecho descubierto y con pinturas de guerra por todo el cuerpo. Eran los Xingú, población escasa en cuyas tierras el gobierno federal pretende construir una hidroeléctrica. Ellos amenizarían ya el momento, contagiando con sus cantos a los presentes, y haciendo algunas que otras demostraciones nativas con lanzas. Los ordenadores ya se instalaban en un par de mesas que comenzaban a delimitar el cuadro formado por las tiendas, estiradas en el suelo y sin montar, donde algunos también sacaban sus portátiles para conectarse en la red. Al lado de las mesas, se amontonaba material diverso, como latas de pinturas, libros apilados, rollos de papel y de telas… Había familias entre los presentes, con niños, que rellenaban con colores las letras mayúsculas escritas en algunas tiras. André se sorprendió gratamente con la presencia de un “menino de rúa”, sentado en el suelo junto a los demás, con una brocha, dándole color a un slogan que decía “15 O Mudanza global”.

La presencia de André era indiferente para los presentes en el Valle. Nadie, excepto una mujer que se acercó junto a otros dos para poner de pie el cartel que descansaba en la misma pared donde André se había sentado al alejarse un poco del núcleo del movimiento para reflexionar, se dirigió a él. La mujer lo hizo para dejarle un panfleto, que en concordancia con el movimiento Xingú, explicaba los motivos para no construir la hidroeléctrica Belo Monte. Básicamente, dicha construcción produciría un desacoplamiento entre los indios nativos y su entorno. Pero a André le parecía extraño, que no siendo muchos debajo del viaducto, nadie se interesara por su presencia, no sabía, pero esperaba más proselitismo político en el campamento. En realidad a André le llevó tiempo darse cuenta de que cada segundo después del parto era un segundo de sobrevivencia organizacional. Si el movimiento ha de acoplarse, los individuos también. No había ninguna prisa, parecía, y la organización de “algo” lleva el tiempo que le sea necesario. Pero realmente, aparte de conversaciones y cantos de indios mezclados con batucadas esporádicas, parecía no pasar nada allí.

La imagen del héroe surgida del 15 M, habrá tenido mucho que ver en la aparición de otras tantas más, esparcidas por el mundo. Pero las diferencias se antojarán inmensas entre unos y otros. De hecho, sus respectivas repercusiones están a años luz unas de otras. Quizás porque los españoles actuaban, mientras los brasileños imitaban. “La existencia debe interpretarse como un fenómeno estético y no moral.”, dice Diego Sánchez Meca, 392, y citando a un clásico presocrático, Heráclito, quien “comprende la existencia a partir de un instinto de juego, hace de la existencia un fenómeno estético” (393). La acampada de Sol fue espontánea, natural, mientras que Acampa Sampa era más artificial, planeada, convertida en objetivo desde antes de su gestación. André quería entender la sociedad a través de arquetipos, y en este valle se encontrarían aquellos que, al menos, saben que en Egipto, España o Nueva York ha pasado algo. Para él, estos del valle serían el héroe, de todas maneras. En André, la noción de héroe, acoplado o desacoplado más que trágico o épico, está involucrada en el material campamento de un movimiento social de protesta global, y desde un “héroe” material, trágico o no, corre la historia de una particular posibilidad de participar en el libre juego de las facultades dentro de un ámbito común y plural: el ámbito de la acción. Por tanto, la acción, un hacer que da cuenta de lo que somos, en su triple dimensión posible de hacer (las griega de arjein, poein y pratein) se remite a Aristóteles y su Poética, a la tragedia, a la mimesis praxeos, a la imitación de la acción en la cual nos acoplamos, o en la que el héroe de este movimiento tendrá que dar cuenta de una específica forma de hacer el mundo humano.

André leía en esos días “La condición humana” de Hannah Arendt, y en el capítulo 25 trataba la trama de las relaciones y las historias interpretadas. En el momento en que queremos decir quién es alguien, nuestro vocabulario nos induce a decir qué es ese alguien. Esta frustración es afín a la imposibilidad filosófica de definir al hombre. Qué es el hombre, responde a cualidades compartidas con otros humanos, pero “quién” es esta persona responde a su específica diferencia. La imposibilidad de solidificar en palabras la esencia viva de la persona tiene relación con la esfera de asuntos humanos, donde existimos como seres que actúan y hablan. La manifestación del “quién” acaece como los oráculos.

La acción y el discurso revelan al agente interesado por los asuntos del mundo de cosas del cual surgen los intereses humanos, el inter-est, que se encuentra entre las personas y por lo tanto puede relacionarlas y unirlas. A este en medio de, le llamamos la “trama” de las relaciones humanas. La revelación del “quién” mediante el discurso, y el establecimiento de un nuevo comienzo a través de la acción, inician un nuevo proceso que emerge como la única historia de la vida del recién llegado. Debido a esta trama, la acción siempre realiza su propósito, “produce” historias. Estas nos hablan sobre el “héroe” en el centro de cada una de ellas; pero nadie es autor o productor de la historia de su propia vida: las historias revelan un agente, pero este agente no es autor. Que toda vida individual pueda contarse como una narración, es la condición pre-política de la historia, la gran narración sin comienzo ni fin. El gran desconocido de la historia surge cuando uno descubre que la humanidad nunca puede llegar a ser un agente activo; el ‘héroe’ de la historia nunca es autor de dicha historia. Sólo podemos saber quién es o era alguien conociendo la historia de la que es su héroe. El héroe no requiere cualidades heroicas. La connotación de valor se hallaba ya en la voluntad de actuar y hablar.

La imitación o mimesis es apropiada al drama, la interpretación de una obra es una imitación de actuar. Los actores son capaces de transmitir el pleno significado, no tanto de la historia en sí como de los “héroes” que se revelan en ella. Aquiles depende del narrador; pero es el único héroe que entrega en las manos del narrador el pleno significado de su acto. Al respecto, según Nietzsche, en la tragedia griega el coro era más importante que la acción: “Ha sido una auténtica desgracia para la estética que se haya traducido siempre la palabra “drama” por “acción”…el drama antiguo excluía la acción” El héroe es sólo apariencia…el simbolismo del coro expresaría la relación entre la cosa en sí y la apariencia.

Tal era la obsesión de André, que no le quedaba más remedio que conocer al héroe. Por tanto, era hora de levantarse y entablar conversaciones por iniciativa propia. Así, al poco tiempo de mezclarse en un grupo de unas setenta personas, concentrado al otro lado del campamento, donde la mitad del viaducto no era ocupada por las tiendas de campaña aún sin montar, la vida fluía y se regocijaba en su momento. Allí, conoció a un enmascarado. Este enmascarado sostenía una especie de tríptico de palo, sobre el cual colocaba diferentes cartulinas con diferentes mensajes. Algunos manifestantes se tiraban fotos con el enmascarado y uno de ellos le pidió una cartulina, pues andaba de manos vacías. Así hizo André, y tras pedirle una cualquiera que pedía educación pública de calidad, comenzó una conversación que no acabaría hasta que ambos se despidieran por la noche.

5. Patriarcas. Quien se acopla, acopla sus disposiciones al repertorio; quien no se acopla, o muda sus disposiciones, o se busca otros repertorios (si puede).

Un gran agujero en el centro de la plaza indica las escaleras que conducen al espacio artístico cultural; hay un techo que sobresale del agujero, haciendo de la plaza lugar idóneo para cubrirse del diluvio. La música vuelve a sonar, y durante media hora no sucede nada. Hay una fase inicial de acoplamiento con el nuevo lugar, las más o menos ciento cincuenta personas van, vienen, cantan, esperan. Cada individuo está posicionándose, rodeando el espacio bajo el techo; el grupo tomó la parte izquierda de la galería. Al otro lado, hay dos coches de la policía urbana, y mendigos acostados a los píes de la baranda que protege contra el agujero. Tras un largo rato, el micrófono reemplazó a los tambores, y la anterior discusión en grupitos de São Bento ya se volvió asamblea improvisada en Patriarcas. Juliana, una bióloga, inició el debate en alto y no creía justo que se exhibiesen pancartas de partido político. Sugirió que los individuos mantuvieran sus ideas pero que no hicieran uso de la propaganda institucional que representaban. El movimiento era contra la democracia representativa. Sergio pidió la palabra, agarró el altavoz y justificó la presencia de los suyos, la de los sindicatos, dado que llevaban mucho tiempo en esa lucha juntos con algunos de sus ahora detractores. En efecto, manifestaciones anteriores habían conjuntado a partidos políticos con gente de otras organizaciones, quienes ahora necesitaban separarse de sus antiguos aliados porque habían elegido otro camino. Pero en realidad, lo que habían escogido unos y otros, de forma general, eran símbolos diferentes.

Bobbio reconocía que la democracia participativa era una locura, ¿cómo iba a votar un ciudadano tres o cuatro veces por día en las decisiones del gobierno del Estado? Eso sería inviable, las votaciones no acabarían nunca y los procesos serían eternos. ¡Con qué razón los griegos limitaron el número de la polis! La variada representación hacía del pequeño y cobijado grupo un repertorio de disposiciones variopintas entre los manifestantes, disposiciones que podrían modularse hacia su crecimiento y expansión, o estaban determinadas para desaparecer. Y ya en pequeñas dosis, el consenso era muy difícil. Bobbio parecía tener razón. Muchas de dichas disposiciones eran claramente compatibles, la de los derechos de los animales, la de los “Sin tierra”, la de los organizadores del movimiento anticorrupción…; pero la facción política, por pertenecer a la representación, no lo era con los apartidarios.

La discusión intelectual de Bernardo y João Victor en São Bento se había generalizado en Patriarcas entre apartidarios por un lado, miembros del partido político por otro. Lo que sí tenían en común era la conciencia del momento que se presentaba y que debía ser aprovechado para extender la imagen reivindicativa de cada uno. En ese interés por insertarse en el ámbito político, con fuerza de cambio para mudar la realidad, como la restauración de la democracia perdida en regímenes autoritarios, el impacto en la sociedad de los movimientos de protesta es desde meramente presencial, como una fuerza de choque, o hasta resultar muy definitorio, como grupos fuertes de interés y presión hacia el poder instituido. André pensaba que movimientos populares, tienen otras derivaciones diferentes, en cuestiones sociales entendidas como culturales o de estilo de vida, que pueden ser tanto las propias de una corriente mayoritaria o ideología dominante como de una minoritaria, vanguardista, contracultural, o alternativa. En cualquiera de los dos casos, pueden llegar a extremos tan aparentemente frívolos como denominar movimiento a la moda, a cualquier forma de uso del ocio, a tendencias culturales de cualquier tipo, como peinado, tatuaje, gastronomía. André solo buscaba al héroe. Además, ni sabe quién es el enemigo real, pero le merodea por la cabeza la idea de que quizás el enemigo es uno mismo. Le es innegable que el dialogo con Marx, dadaísmo, Art&Krafts, Oscar Wilde, o Kant, por citar a algunos, no deja de ser actual y tener consecuencias intelectuales en el presente.

La improvisada asamblea en Patriarcas se tensó cuando uno, que no llevaba careta de los anónimos, pero que sí sujetaba la misma tela de “¡APARTIDARIO!” siempre del lado de la gran pancarta del partido político, recibió, involuntariamente un palo de bandera partidaria en la cabeza. Las cámaras de una televisión habían llegado, y eso motivó que los del partido y sindicatos mostraran con más ahínco sus identidades ante las cámaras, superponiéndose a los demás grupos. El megáfono se había vuelto a callar, los silbatos que se habían repartido entre los asistentes, pitaban, y aunque André también cogió uno, no lo usó. El pitido general, y la batucada, convertía Patriarcas en un carnaval. La discusión seguía aplazada, pero el destino no quiere saber de plazos.

Láminas con mensajes, carteles, se acostaban empapados en el suelo alrededor del complejo, ya echados a perder. Los mendigos del otro lado seguían dormitando, más aún cuando era frecuente que en Patriarcas, o el centro de la ciudad, tuvieran lugar manifestaciones y encuentros: para ellos esto no era diferente de algo casi diario, donde partidos mayoritarios y principales sindicatos hacen mucho ruido. Pero en el movimiento algo había cambiado. Es curioso que antes de aprehender el presente, este ya ha mudado a una nueva tensión o des-tensión entre fuerzas. André decidió salir por un rato debajo del techo, cuando solo lloviznaba, e ir al servicio. Atravesó la calzada principal, justo cuando un pequeño anonymus bien trajeado, se cruzaba en su camino. - ¿Dónde hay por aquí un servicio para orinar? – Fueron casi las primeras palabras de André por vuelta de las dos de la tarde. – En el valle de Anhangabaú debe de haber uno. – Fue la respuesta del anónimo.- Estamos organizándonos allí abajo, ¡vente!

La mayoría de los del partido, junto a la mayoría adolescente, bailaba y conversaba debajo del techo: no daría un paso mayor para salir de Patriarcas. Allí había música, y el día ya había dado que sí para muchos. André bajó unas escalinatas hacia el valle de Anhangabau, e inmediatamente constató que debajo del Viaduto del Cha había movimiento. Echó la vista atrás y el movimiento escindido en Patriarcas fue visto por última vez.

4. São Bento. El conflicto inmediato entre diferentes disposiciones en un mismo ámbito repertorial: partidario versus apartidario en el movimiento social. La postura de Bobbio frente al marxismo institucional.

São Bento, once de la mañana, lugar y hora de la convocatoria. André llegó solo. Podía haber unas treinta personas “puntuales” con la revolución, mas esta puntualidad brasileña es aceptada socialmente. Sí, allí era el lugar ya que se leía en una tira grande de tela: “¡Democracia Real Ya!”, apoyada sobre la pequeña verja a la entrada del Monasterio de São Bento. Un tipo joven, flaco y con barba, altavoz en mano, comenzó a empujar a los adolescentes presentes, parecían alumnos y profesor, a cantar bajo la lluvia: -¡Vamos gente, queremos un futuro diferente!-. Una señora mendiga sentada al lado de André se contagió rápido: -¡Vamos gente, queremos un futuro diferente! -. Un fotógrafo cargado de cartucheras que se asemejaba a un corresponsal de guerra trató de inmortalizar a la viejecita hecha un ovillo, debajo de un paraguas roído, mientras golpeaba al suelo la lata con la que recogía sus limosnas. André continuó observando, estático, queriendo descubrir a los cabecillas tal vez, los organizadores de la acampada. Algunos mochileros entraron en acción, y el entorno se iba animando. Las máscaras popularizadas por los “anonymus” hicieron acto de presencia también. Un grupo de unos quince apareció por detrás de la iglesia haciendo cierto barullo con silbatos, entrando en la explanada sin esconder su identidad con una pancarta gigante. Representaban a un partido político de izquierdas. Poco después le tocó el turno a un grupo de sindicalistas. En una hora el movimiento se había triplicado. Codo con codo a la gran pancarta de los políticos, se situaron dos “anonymus” sosteniendo una tira larga que decía “APARTIDARIOS”. Si los del partido se movían, los apartidarios les acompañaban luciendo su identidad. En cuanto eso, el megáfono cambiaba de manos con fluidez, dejaba de intimidar a los aspirantes a revolucionarios, que se animaron a enfrentarse con él para lanzar a la plaza pública sus mensajes.

La tarjeta postal que se ha vendido desde Sol ha logrado en poco tiempo movilizar algunas conciencias para extenderse como un virus creando otras tarjetas postales similares alrededor del mundo. Una imagen de un pueblo unido, de un hombre universal. Precisamente uno de los jóvenes del partido, tras su breve discurso al megáfono, acabó con el puño en alto: “El pueblo unido, jamás será vencido”. Lo que obtuvo por respuesta fueron pocos aplausos y un nuevo cántico “El pueblo unido, gobierna sin partido”. Más que poderes individuales, son los societales los que han de verse las caras en un movimiento social de protesta abierto a priori para todo el mundo, aunque con unos principios iniciales ya marcados desde España: el del apartidarismo. Ya en São Bento, se dio el problema ineludible, que podía ser postergado pero no eliminado. Es más, el problema no hacía más que engordar veloz por segundo, medrar, ocupar toda la esfera pública; la posibilidad de que esas dos opiniones contrarias compartieran el mismo espacio era casi nula. Partidarios y apartidarios echaron las primeras chispas, sobre todo encendidas por los segundos, cuando se entrecruzaban; pequeñas discusiones se generaron en torno a la compatibilidad de ciertas agrupaciones dentro del movimiento. André las escuchó, se conformó con ser mero observador de momento. Algunos expusieron sus posiciones con énfasis, y las discusiones no duraban mucho, pero se olía que de esas primeras decisiones podía depender el devenir del movimiento, inestable y débil criatura que quiere y tiene fuerza para aparecer en el mundo. En una de esas discusiones, Bernardo, un estudiante de psicología que conocería más tarde a André, admitió su izquierdismo ante un representante, con camiseta incluida, del partido político de izquierdas no bien venido; el estudiante de psicología recriminaba al chico del partido político, un tal João Vitor, recurriendo a Bobbio.

Pensador influyente en estos movimientos es Norberto Bobbio, liberal, que se auto define como “un observador” y realmente tuvo el “privilegio” de conocer repertorios y disposiciones muy diversas durante el transcurso de su vida. En su ensayo “Las promesas incumplidas de la democracia”, sigue la línea de auto crítica que ya comenzara en 1957, ¿Qué democracia?, tras doce años de intento democrático en Italia; proseguiría en el 75, ¿Qué socialismo? Tras más treinta años de tentativa democrática. Casi medio siglo después, y con la misma constatación de todos sus escritos, se teme que la tradición democrática ha ido generando cierto bienestar al mismo tiempo que se ha ido alejando paulatinamente de sus propios principios democráticos, dejando la política en manos de la economía, de los mercados, haciendo idéntica la postura ideológica de los representantes del pueblo: los auténticos culpables de fosilizar no solo la política sino sus instrumentos vitales, como son los partidos y las instituciones. No se ha tenido una verdadera democracia en todo este tiempo, es la conclusión final de cada escrito de Bobbio. Por lo tanto, es legítimo el grito de: “¡No, no, no nos representan! “ Pero, ¿Hay otra manera, que no sea la representativa? Preguntó repetidamente Joao Victor. Bernardo, el estudiante de psicología, reconoció a su oponente dialéctico que el ser humano necesitaba reinventarse. Para ir al inicio de nuestra tradición, y rever esos principios primeros que nos han conformado de tal manera que nuestro tiempo parece no dejar opción a un organismo nuevo en el ámbito repertorial capitalista, Bobbio nos deja esta genealogía “La sociedad nació de una concepción individualista de la sociedad, según la cual toda sociedad es un producto artificial de la voluntad de los individuos”.

Por su parte, João Victor, el chico de la camiseta del partido de izquierdas, se declaró heredero de una teoría marxista renovada, con conciencia histórica de su realidad social. Reconoció que la doctrina democrática imaginó un Estado sin cuerpos intermedios. Pero los grupos, y no los individuos, son los protagonistas de la vida política más relevantes. El modelo ideal de democracia era una sociedad centrípeta, en vez de la centrífuga que tenemos, una sociedad poliárquica. Pero solo desde esos grupos institucionales ha sido posible la realización del socialismo democrático, aunque lejos de su vocación inicial, pareciéndose más al Sermón de la Montaña que a lo que refleja el Vaticano. La buena voluntad de emancipación, o bien contrasta y combate, o bien vuelve mediocre al espíritu. Pero si somos consecuencia de esa buena voluntad, la que ha otorgado en unas pocas décadas derechos sociales, no nos queda más remedio que intentar enderezar su rumbo, el de la democracia representativa, aun habiéndose distorsionado tanto desde entonces. A tal distorsión, contribuyeron desde sus detractores hasta sus idealizadores, y, en la actualidad, tiene al turbo-capitalismo cultural como su consecuente escollo. Ese rumbo siempre ha sido levemente enderezado desde las instituciones y es desde ellas desde donde se tiene que seguir luchando por arreglar nuestros desaguisados, defendía João Victor con vistas a justificar su presencia y la de los suyos en el movimiento. Dicho movimiento de protesta aparece como una utopía en tarjeta postal capaz de crear una teoría de la sensibilidad que sirva de forma universal para cambiar los paradigmas, pero estos deben de ayudarse de las instituciones ya creadas, empezar de la nada es imposible, soslayó el partidario.

Quizás, a esa reinvención no apuntan los movimientos de protestas actuales, caso de España, que pretenden más recuperar los derechos burgueses arrebatados por el capitalismo global, en vez de a abrir un abanico de posibilidades que dé lugar a una libre interrelación de las autonomías. A contrarrestar los repertorios impuestos por el capital, sensibilizando al pensamiento y al ser, a la vida en definitiva, habrían de ir dedicados los esfuerzos de algunos desacoplados, algunos indignados y algunos acampados…, o eso es lo que esperaba André, idealista que, desgraciadamente, idealiza su realidad.

Con vistas a darle visibilidad al movimiento, los manifestantes se echaron a andar, atravesaron calles céntricas, y llegaron hasta la Plaza Patriarcas. Allí, el diluvio había llegado antes que ellos. No era buena idea volver a São Bento, desprotegidos de la lluvia; al fin y al cabo en Patriarcas existía un techo, y la supervivencia del movimiento recién echado a andar ya estaba en peligro.

3. El 15 M frente al capitalismo neoliberal. El homo laborans y la creación de una nueva esfera para liberarse de la labor.

El 15 M había mostrado al mundo que otras formas de relación del hombre con la realidad no solo son posibles sino que se antojan necesarias si se quiere evitar un choque de civilizaciones, si se quiere continuar con el proyecto ilustrado de paz perpetua y emancipación cultural, posibilitando la convivencia de una multiplicidad de contextos de sentido, insertados dentro de una ecología modal. El 15 de Octubre de 2011 se hacía una llamada al mundo entero desde un movimiento ahora internacionalizado, para que unidos, y de una vez por todas, el pueblo derrote al capitalismo neoliberal, ideología apuntada como culpable del tremendo desajuste en el que se ha convertido al planeta Tierra y a sus habitantes humanos, cosificados e impedidos de salir del engranaje de una máquina, la capitalista, que le condena de por vida bajo la labor.

Anestesiados” y “despiertos” podrían ser dos calificativos para diferenciar a grosso modo a las personas del inicio del siglo XXI; sobre todo, dos adjetivos para calificar a las personas según su postura ante el mensaje transmitido por la imagen. Esta distinción, en el fondo, es muy banal, pues ni es exclusiva del XXI, y también, puesto que de un lado a otro no es que se pueda pasar con facilidad sino que se alterna con tal naturalidad que, o no se es consciente del lugar que se ocupa en esa aparente contradicción, o realmente la división entre anestesiados y hermenéuticos no se da en el ser humano. Pensando que sí, que sí se da la imposibilidad de la anestesia mientras la razón ejerce su fuerza activa, y pensando sobre su negación, intentaba André justificar la incompatibilidad entre ambas. Pero, ¿Qué poética refleja un anestesiado y qué otra el despierto? De entrada, en una década, la primera del siglo XXI, a un ser humano que, considerando las consecuencias líquidas que dicha década arrastran y vuelven a causar, a la vez se ve desbordado ante el bombardeo visual-informacional al que es sometido; sin tiempo de reaccionar, sin tiempo de analizar, la rapidez de los acontecimientos, la imponente prioridad de la labor, glorificada desde la Edad Moderna, tanto por el capitalismo como por Marx, el hombre occidental que ha vuelto a ser un animal laborans, al mismo tiempo que goza de medios que le permiten conectarse a los procesos de quiebra de un orden instituido, está hundiéndose en una historia lineal basada no en lo que él quiere hacer sino en lo que la sociedad quiere y espera que él haga. Pero así ha parecido ser siempre en la condición humana, biológicamente, la sociedad se ha impuesto siempre. Y André se bloquea en esa percepción. No sabe a qué modelo se acerca más: al anestesiado o al “despierto”

2. El héroe y la revolución. 15 octubre 2011, revolución mundial. Un sueño estético de emancipación cultural. Acoplamiento de la realidad individual en la realidad social.

André salió de su condominio con una fuerza inusual, extraordinaria. Atravesó el mercadillo de los sábados en dirección al Metro casi de forma triunfal, como si de una novedosa iluminaria andante se tratara. El día no podría abrirse de otra manera más radiante que con un intenso chaparrón; la previsión era de lluvia para el fin de semana, pero no importaba, así sería más auténtica la propuesta; a base de convivir desde el primer minuto con las inclemencias se fortalecerían los espíritus. Qué grandes expectativas acarreaba André, él solo, a sus espaldas quería encontrar al héroe, tal vez estaría dispuesto a aceptar él mismo el papel, o mejor aún, compartirlo si hubiera muchos héroes brasileños echándose a las calles, luchando como lo hicieron las revoluciones populares auténticas, en oposición de la voluntad burguesa, para obtener la democracia burguesa (Lukács, 121). Quería encontrar a (Según el diccionario de filosofía de Diego Sánchez Meca) aquel que, en virtud de una decisión voluntaria, se aparta de los patrones establecidos y de los convencionalismos sociales para llevar a efecto una posibilidad ideal de la realidad.

El 15 de octubre era la fecha elegida para que echara a andar la revolución global en São Paulo; era un día que ya había nacido en muchas fechas diferentes a lo largo de la breve historia humana. Pero el pensamiento se desbordaba en su posibilidad de acción desde tres o cuatro días antes, en la conciencia de André y de otros muchos más, como él esperaba, gracias a un impactante llamado telemático que posibilitaba la toma de alguna plaza paulistana, en sincronía con acciones similares a lo largo del planeta Tierra. Una acción por la que había esperado tanto tiempo, si se puede decir que cinco meses duran mucho tiempo.

La imagen de la multitud congregada en Sol, Madrid, y después su vírica expansión instantánea al resto de España trajo un nuevo mensaje hasta Brasil; fueron días diferentes, utópicos; desde una experiencia estética “nueva”, se dio la posibilidad de devolverle al ciudadano, y no solo al español sino también al europeo y al universal, el espíritu político que se le ha ido extirpando de su imaginario a base de haber sido convertido en un consumista compulsivo; Sol se había convertido en paradigma. El ciudadano occidental, desde los tiempos de la modernidad transformado en animal social laborante, vive sociabilizado dentro de una repertorialidad hegemónica que, a grandes rasgos, deja dos opciones al ciudadano globalizado: o bien se acopla al sistema, perdiendo toda autonomía en una continua cosificación, lo cual es fácil objetivo para el capitalismo cultural, o bien se convierte en un desacoplado absoluto, sin chance de que sus disposiciones se acoplen a los elementos repertoriales existentes, por ejemplo, muriendo de hambre en algunos casos, o en el mejor de los casos, teniendo que emigrar a nuevos ámbitos de repertorios, adaptando sus disposiciones iniciales con el fin de no perder la autonomía que le permita acoplar la estrategia con la táctica, perfeccionando sus disposiciones a fin de vivir una comprensión operacional de su autonomía desde su propia experiencia concreta, (carácter situado), produciendo lenguajes y cuerpos dispuestos a engendrar nuevas configuraciones (generatividad) en una convergencia de invención y producción que coloque los modos de relación en el centro de gravedad (policontextualidad).

Durante el trayecto en metro, buscó entre los usuarios a otros camaradas que fueran al mismo emplazamiento. Quizás la tensión entre los dos ámbitos, el del acoplado y el del desacoplado, es el lugar adecuado desde donde André pueda encontrar una apariencia, una fisonomía intelectual trágica y heroica en el conjunto de las relaciones que le conectan con el mundo (Lukács, 188). A “investigar las pequeñas gramáticas que organizan nuestra sensibilidad, a desplegar los modos de relación, las capacidades, ingenios, pulsiones que queremos desarrollar, a afirmar aquello que podemos hacer, que somos capaces de pensar y realizar. Modos de relación que son parte de algo compartido, acoplamiento sensible no único en mí sino coincidente con un grupo, “nociones comunes” según Espinoza, por las cuales compartimos gustos y sensibilidades” (web aula).

El sueño de la razón produce la fantasía de la emancipación cultural. 1 Introducción

El pensamiento que está ligado a los procesos de quiebra de un orden constituido está en efervescencia, o siempre lo ha estado, solo que a menudo no se visibiliza; este pensamiento se podría entender a través de una experiencia estética que se ha desarrollado y extendido con una fuerza inusual, rapidísima en los tiempos más rápidos de la humanidad (el del proceso de aceleración según Milton Santos, el de la modernidad líquida de Zygmunt Baumann), en extraña armonía a lo largo del planeta Tierra. Este pensamiento, revolucionario, a veces desacoplado, y por veces trágico, ha de vérselas con la acción, y ahí se manifiesta, en la plaza pública, en los collages, grafitis, intervenciones, eslóganes, foto montajes, documentales, canciones, y otras expresiones artísticas y/o estéticas entre la que destacan sobre todo escritos y conferencias, manifestaciones y revueltas. Todas estas prácticas artísticas o no, emergen como emerge la autonomía, abrupta, habiéndoselas que ver con competencias o inteligencias específicas que modifican el repertorio ante el que las distintas disposiciones han de adaptarse. En este caso ha de adaptarse la del movimiento social de protesta en una acampada urbana, y sus integrantes en el movimiento, como ejemplo; al mismo tiempo, este movimiento de indignados va mudando las sensaciones del individuo global, ya sea español, europeo o viva en São Paulo. En este ámbito estético, el que se intermedia entre la necesidad y la libertad, entre la razón y el entendimiento, se presenta al mundo, sin presentarse, el pensamiento ya como experiencia estética dotada de autonomía y fuerza contagiosa. Goethe pensaba que lo que unifica pensamiento y ser es la vida “El ser es la vida como fenómeno originario del poder creador que todo lo mueve. Este pensamiento de la verdad como vínculo profundo entre individuo y totalidad, que permite distinguir formas diversas de comprender la realización ideal de la existencia humana como conciliación entre destino y libertad, va a tener en Goethe a la verdad entendida desde la experiencia estética, el éxtasis, y la acción, vías de acceso a lo en sí…” (Diego Sánchez Meca, diccionario)

A plasmar sobre el papel el intento de poner en juego unos modos de relación desde algunas poéticas actuales - las de los campamentos de protesta con intención de generar nuevas esferas públicas en las plazas públicas de ciudades de todo el mundo- se dirige este escrito. En el movimiento Acama Sampa, campamento donde se dará la trama, donde se encuentran los repertorios de la narración, en la cual unos actores con sus respectivas disposiciones cocerán una tentativa de tragedia revolucionaria. Dichas poéticas podrán o no podrán acoplarse, en un paisaje, en un ámbito repertorial determinado, poéticas con disposiciones limitadas por un lado, y afiladas por otro, pero abiertas a una dimensión global que permite soñar con un cambio de paradigmas, con la paz perpetua kantiana o con la misma república de los fines.