sábado, outubro 06, 2012

7. El enmascarado. Trágico es igual a gozoso. La revolución trágica en Aristóteles, Hegel, Marx y Engels, según Adolfo Sánchez Vázquez.

Se anunció una asamblea general para las ocho de la noche. Los participantes del movimiento se organizaron en comisiones de trabajos, como la de comunicación o la de vigilancia de las tiendas. La verdad, estar en medio de los primeros manifestantes, vivir los primeros pasos de algo que puede mudar el mundo, es un caramelo para un niño que se siente desacoplado del modo con que entienden la realidad sus contemporáneos. Al final, no es más que una fantasía producida por los sueños de la razón. Lo es porque ese desacoplamiento no se da en André en la realidad, solo está producido en su cabeza. Los presentes sonreían, ese 15 de octubre había sido programado como día festivo. Si André entendiera esto, no se sentiría incomodo con la alegría de los manifestantes. Y no es que André no sintiera ninguna alegría, por lo contrario, estaba eufórico de entusiasmo. Pero la alegre paciencia que estaba sintiendo en la calle, mezclándose con desconocidos, se contradecía con la chillona urgencia de su imaginaria transformación de la sociedad a partir del héroe global.

Los de la comisión de comunicación daban noticias del número de participantes en otros puntos del mundo, como en España, Inglaterra, o en otras ciudades brasileñas también. Personas iban y venían, muchas experiencias personales aconteciendo, experiencias anónimas, experiencias con un enfoque experimental. La de André fue la de no despegarse del enmascarado, cuya palabra lo enganchó desde el comienzo.

La conversación fluyó con él hasta que se hizo de noche en el Valle. Hablaron, como no, de filosofía, de estética y de política. Se sentía bien por formar parte activa, solo con su presencia, en el movimiento; se estaba conectando en cierto modo con el resto del planeta al hacer acto de presencia, y veía que el tipo de charlas que le tildaban como un loco con el resto de los ciudadanos, en este ámbito de Anhangabaú se convertía en asunto prioritario; sobre todo, gracias a la presencia del enmascarado, tenía la oportunidad de desarrollar su pensamiento con las palabras, buscar el camino de la razón. El enmascarado exhalaba crítica y reflexión, algo de lo cual, André acreditaba, carecía la gran mayoría de la población. Eso le hizo sentirse elevado. En realidad, la conversación giró alrededor de la revolución pero desde un punto de vista trágico.

Debajo del viaducto, la policía ya se había acercado para saber que hacían esas tiendas en el suelo. Momentos como ese podrían delatar los organizadores del cotarro paulistano, pero ahora eran unos los que conversaban con los agentes de la autoridad, luego eran otros. Poco a poco, los asuntos del campamento iban saliendo a la luz pública, y de esa forma, antes de la asamblea general, ya se sabía que una de las mayores preocupaciones del movimiento era si debía o no acampar o montar las tiendas. En efecto, la policía municipal aconsejaba no hacerlo, pero tampoco había ninguna ley que lo prohibiese de modo determinante. ¿Estarían los agentes de la autoridad enterados de que allí se cocía una tentativa revolucionaria? La acampada era la razón de ser del movimiento, era su identidad física, su forma biológica. En esos menesteres, y otros que a priori eran eventuales y de pequeña importancia, mas siempre sobre organización interna del presunto campamento, pasar la noche debajo del viaducto era un triunfo considerable. Pero la gran sorpresa le llegó a André cuando el enmascarado se puso a citar, entre otros, al hace poco fallecido profesor Adolfo Sánchez Vázquez.

El enmascarado citaba al profesor español, en un intento de comparar diferentes revoluciones. Estas son contradicciones de clase y, al mismo tiempo, un intento de resolverlas. Pero las revoluciones, históricamente, zozobran, y gracias a ese fracaso ingresan en el mundo de lo trágico. Aunque no toda revolución fracasada es trágica.

Sánchez Vázquez realiza un recorrido histórico sobre la idea de tragedia, desde Aristóteles, quien intenta rescatar lo trágico, ya que Platón lo había puesto en relación con la parte menos noble del hombre: la tragedia implicaría impulsos de la pasión. Aristóteles revela la grandeza de lo trágico, su valor formativo. El hombre se encuentra en una situación trágica cuando esta es un conflicto en el cual se pasa de la felicidad a la desgracia, el desenlace es desgraciado. Después, salta hasta Hegel, quien profundiza en la naturaleza del conflicto. La universalidad del fin, obliga a quien lucha hasta las últimas consecuencias: la muerte. Jordi Claramonte menciona a Aquiles, y su quehacer. El héroe solo puede afirmar su condición humana luchando por un fin tan vital que exige su propia muerte. Pero su sacrificio es una afirmación de sí mismo. Con Hegel el conflicto es radical e irreconciliable. La naturaleza trágica del conflicto proviene de imposibilidades humanas: a) la de alejar la finalidad por la que se lucha. b) la de alcanzar el conflicto con felicidad. c) la de renunciar a la lucha.

En la tragedia revolucionaria el conflicto se traba entre fuerzas o clases sociales, las cuales se encuentran con imposibilidades que prestan su carácter irreconciliable al conflicto. ¿Cuál es la modalidad específica del conflicto trágico cuando explota entre hombres, portadores de las finalidades de una clase social determinada?

Marx y Engels abordan este problema con relación a Lassalle, porque están atraídos con la revolución vista desde el ángulo de su fracaso. El tema de Lasalle era: Insurrección de los caballeros renanos de 1522-1523 encabezada por Franz von Sickingen y por Ulrich von Hutten, cuyos ideales eran implantar una democracia de nobles, encabezada por el monarca, semejante a la Polonia de entonces. La lucha contra los príncipes terminó con la muerte de los dos jefes de la sublevación por no haber conseguido atraer a las masas campesinas. Hecho histórico sobre el cual Lasalle teje en 1858 su tragedia revolucionaria, la cual conlleva una contradicción dialéctica. Parte del carácter conflictivo de toda revolución, contradicción que tiene carácter universal: una contradicción entre la idea y la acción. La contradicción gana la forma de un conflicto entre un entusiasmo revolucionario y las posibilidades reales. Lasalle concluye que los fines revolucionarios se pueden obtener en un compromiso. La idea es poderosa (idealismo) pero ese atributo se pierde cuando la idea toca en la realidad. Realizarse es degradarse. Lasalle priva de sentido la revolución cuando señala que ella desemboca en compromiso.

Los dos personajes se convierten en estandartes de esta idea trágica de la revolución:
-Sickingen no es representante de su tiempo, y sí portador abstracto de la idea de compromiso
- Hutten es la personificación del entusiasmo.

Las observaciones de Marx a Lasalle tienden a revelar el fundamento histórico-social del conflicto trágico y las causas de la derrota de Sickingen. “Sucumbió porque se elevó como caballero y representante de una clase caduca contra lo existente” Las finalidades de clase de Sickingen implicaban un retorno al pasado, y con los ojos puestos en el pasado, no podía trabar esa lucha contra los príncipes. Tenía que apelar “a las clases cuyo desenvolvimiento significaba la negación de la caballería”. Marx concuerda en hacer del conflicto revolucionario el eje de la tragedia moderna, pero el tema no era adecuado. Marx le dice a Lasalle que no puede existir conflicto trágico revolucionario cuando de él están ausentes las fuerzas propiamente revolucionarias.

La naturaleza de lo trágico reside en una imposibilidad humana; en la tragedia revolucionaria se trata de la imposibilidad histórica que el héroe no puede resolver. No se puede dar la alianza entre la nobleza y los campesinos. Esta imposibilidad sitúa el conflicto en el terreno de la tragedia.

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