sexta-feira, fevereiro 24, 2012

1994


Baila y llora al son
de un juego de propia invención,
que pelea por llevar la égida
de dos noches seguidas y tan distintas

Aplomado por un sinsaber
harto de iniciativa
escogiendo el papel de títere
o cambiarlo por el de bohemio.

Ahora, en la fragua,
ejército de cenizas arremolinadas
te recuerdan que sin pastor
¿a quién no temerás?

La vida es una colección
de quitas y pon,
por la lucha de caracteres
que muere cuando muere la indiferencia.

(Introducción 94)

quinta-feira, fevereiro 23, 2012

Gitanjali


31
"Prisionero, quién te encadenó?
"Mi Señor", dijo el prisionero. "Yo creí asombrar al mundo con mi poder y mi riqueza, y amontoné en mis cofres dinero que era de mi Rey. Cuándo me cogió el sueño, me eché sobre el lecho de mi Señor. y al despertar, me encontré preso en mi propio tesoro"

"Prisionero, quién forjó esta cadena inseparable?"
Dijo el prisionero: "Yo mismo la forjé cuidadosamente. Pensé cautivar al mundo con mi poder invencible; que me dejara en no turbada libertad. Y trabajé, día y noche, en mi cadena, con fuego enorme y duro golpe. Cuando terminé el último eslabón, ví que ella me tenía agarrado"

Rabindranath Tagore

Donde los pájaros no tienen miedo


Queriamos contemplar majestuosidad,
donde los pájaros nos tienen, miedo;
(por vagos y comodones sin salir del lodazal
nos turbamos con voces, ruidos y cañones)

Ahora, el alma desatada del suelo
excitada admira lo invisible;
si eterno fuera este silencio
con la soledad seríamos libres.

Por esta alfombra de lilas,
lloro, triunfante e intranquilo,
hinchemos nuestros pechos de angustias
por este salón de paz entre los pinos.

Gritemos con Cyrano:
"!Feliz aquel, que alejándose del mundanal ruído..."
embriagados de dulce y calmo retiro,
entre aire puro,color y trinos.

Atrás quedó la golondrina y el humo,
lo que de perenne refugio se escape,
está yerto, apagado, frío: no existe,
porque cierta es dicha ráfaga de belleza.

Sobre el espejo de hondos lagos tranquilos,
pensamos, pensamos, pensamos...en la ciencia de los hombres
que desciende, se eleva, cae extinta y luego se reanima.
Confusos, si ante tal grandeza somos nada, o afortunados
por ser nuestra.

Tormenta de preguntas que entorpecen el vuelo.
Pasan días y noches, se abren los años ¿Quién sabe esperar?
Contemos las hojas del eucalipto, como si fueran
los minutos de nuestro paso por este mundo.
Quando, da janela do meu quarto, olho para fora, vejo o mundo fugir aos meus olhos.
É tanta coisa para um ser tão pequeno quanto eu!
Quando penso na minha vida e avisto o risco da morte, percebo que não posso deixar de viver um só segundo para conseguir aproveitar a grandeza do mundo.
Esto me lo entregó en un papelito una estatua viviente, hace tiempo, en el centro de São Paulo. En concreto, en las afueras del Centro Cultural Banco de Brasil, en la rua da Quitanda. Quitanda, en Brasil y Angola, es un pequeño estabelecimiento comercial, una tienda, en una lengua que ha sido del pueblo, la frutería o verdulería. Con ello, contiene la acepción de local donde se hacen negocios, mercado, plaza. Allí, en la rua da Quitanda, se encontraba la estatua, quieta; bella. El ajetreo cotidiano del centro no parecía perturbar la existencia de esa estatua. No da para recordar qué estaba haciendo ese día en concreto, pero casi seguro que me encontraba solo; es muy probable que, aquel día, como mínimo anterior a Febrero de 2012, algo estaría haciendo en el mismo CCBB. También, en esa época es probable que diera algunas clases de español en el edifico del Santander que hay justamente donde desemboca la rua Quitanda, en la rua Quinze de Novembro. El CCBB se halla en esa última cuadra, y suele albergar exposiciones, además del cine. Tal vez había quedado con alguien allí, para ver una peli. Tal vez... Comprar cigarros Winstons, enfrente al CCBB despúés de una clase en el Santander. Tal vez, recoger una entrada o pedir una información después de la clase del Santander. Tal vez, me fumaba un porrito en uno de los bancos que la rua Quitanda proveía en esa manzana. Allí, he fumado mucho, no me extraña que hasta porros, en medio del bullicio. No recuerdo si, de hecho, yo estaba sentado en uno de esos bancos, fumando, porritos o cigarros, más bien lo segundo, pues los primeros me los fumaba más tranquilamente en el Valle de Annhangabau. Pero, he fumado descaradamente en muchos lugares públicos, así que no me extraña que ya me haya fumado algún porro allí mismo. No importa un pimiento lo que estaba haciendo aquel día, al final de cuentas, estas líneas no son más que un ejercicio de memoria. Solo que, indeseablemente, un ejercicio de memoria que solo aporta dudas a los hechos intrascendentes, pues aquí lo importante no es lo que yo, maldita sea, estuviera haciendo, sino que ese día fui agraciado con la presencia de la estatua viviente en la rua da Quitanda, y tuve una experiencia estética que me dejó mella. Es tan injusta la memoria, que no puedo describir cómo era la estatua viviente. Posiblemente estuviera pintada de hierro. Lo que sí recuerdo claramente es que le di una moneda, porque me gustó y me llamó mucho la atención. Fue entonces cuando la estatua mostró que estaba viva, hizo un movimiento sincronizado, y con una sonrisa me entregó un papelito, con los versos arriba citados.