sábado, outubro 06, 2012

5. Patriarcas. Quien se acopla, acopla sus disposiciones al repertorio; quien no se acopla, o muda sus disposiciones, o se busca otros repertorios (si puede).

Un gran agujero en el centro de la plaza indica las escaleras que conducen al espacio artístico cultural; hay un techo que sobresale del agujero, haciendo de la plaza lugar idóneo para cubrirse del diluvio. La música vuelve a sonar, y durante media hora no sucede nada. Hay una fase inicial de acoplamiento con el nuevo lugar, las más o menos ciento cincuenta personas van, vienen, cantan, esperan. Cada individuo está posicionándose, rodeando el espacio bajo el techo; el grupo tomó la parte izquierda de la galería. Al otro lado, hay dos coches de la policía urbana, y mendigos acostados a los píes de la baranda que protege contra el agujero. Tras un largo rato, el micrófono reemplazó a los tambores, y la anterior discusión en grupitos de São Bento ya se volvió asamblea improvisada en Patriarcas. Juliana, una bióloga, inició el debate en alto y no creía justo que se exhibiesen pancartas de partido político. Sugirió que los individuos mantuvieran sus ideas pero que no hicieran uso de la propaganda institucional que representaban. El movimiento era contra la democracia representativa. Sergio pidió la palabra, agarró el altavoz y justificó la presencia de los suyos, la de los sindicatos, dado que llevaban mucho tiempo en esa lucha juntos con algunos de sus ahora detractores. En efecto, manifestaciones anteriores habían conjuntado a partidos políticos con gente de otras organizaciones, quienes ahora necesitaban separarse de sus antiguos aliados porque habían elegido otro camino. Pero en realidad, lo que habían escogido unos y otros, de forma general, eran símbolos diferentes.

Bobbio reconocía que la democracia participativa era una locura, ¿cómo iba a votar un ciudadano tres o cuatro veces por día en las decisiones del gobierno del Estado? Eso sería inviable, las votaciones no acabarían nunca y los procesos serían eternos. ¡Con qué razón los griegos limitaron el número de la polis! La variada representación hacía del pequeño y cobijado grupo un repertorio de disposiciones variopintas entre los manifestantes, disposiciones que podrían modularse hacia su crecimiento y expansión, o estaban determinadas para desaparecer. Y ya en pequeñas dosis, el consenso era muy difícil. Bobbio parecía tener razón. Muchas de dichas disposiciones eran claramente compatibles, la de los derechos de los animales, la de los “Sin tierra”, la de los organizadores del movimiento anticorrupción…; pero la facción política, por pertenecer a la representación, no lo era con los apartidarios.

La discusión intelectual de Bernardo y João Victor en São Bento se había generalizado en Patriarcas entre apartidarios por un lado, miembros del partido político por otro. Lo que sí tenían en común era la conciencia del momento que se presentaba y que debía ser aprovechado para extender la imagen reivindicativa de cada uno. En ese interés por insertarse en el ámbito político, con fuerza de cambio para mudar la realidad, como la restauración de la democracia perdida en regímenes autoritarios, el impacto en la sociedad de los movimientos de protesta es desde meramente presencial, como una fuerza de choque, o hasta resultar muy definitorio, como grupos fuertes de interés y presión hacia el poder instituido. André pensaba que movimientos populares, tienen otras derivaciones diferentes, en cuestiones sociales entendidas como culturales o de estilo de vida, que pueden ser tanto las propias de una corriente mayoritaria o ideología dominante como de una minoritaria, vanguardista, contracultural, o alternativa. En cualquiera de los dos casos, pueden llegar a extremos tan aparentemente frívolos como denominar movimiento a la moda, a cualquier forma de uso del ocio, a tendencias culturales de cualquier tipo, como peinado, tatuaje, gastronomía. André solo buscaba al héroe. Además, ni sabe quién es el enemigo real, pero le merodea por la cabeza la idea de que quizás el enemigo es uno mismo. Le es innegable que el dialogo con Marx, dadaísmo, Art&Krafts, Oscar Wilde, o Kant, por citar a algunos, no deja de ser actual y tener consecuencias intelectuales en el presente.

La improvisada asamblea en Patriarcas se tensó cuando uno, que no llevaba careta de los anónimos, pero que sí sujetaba la misma tela de “¡APARTIDARIO!” siempre del lado de la gran pancarta del partido político, recibió, involuntariamente un palo de bandera partidaria en la cabeza. Las cámaras de una televisión habían llegado, y eso motivó que los del partido y sindicatos mostraran con más ahínco sus identidades ante las cámaras, superponiéndose a los demás grupos. El megáfono se había vuelto a callar, los silbatos que se habían repartido entre los asistentes, pitaban, y aunque André también cogió uno, no lo usó. El pitido general, y la batucada, convertía Patriarcas en un carnaval. La discusión seguía aplazada, pero el destino no quiere saber de plazos.

Láminas con mensajes, carteles, se acostaban empapados en el suelo alrededor del complejo, ya echados a perder. Los mendigos del otro lado seguían dormitando, más aún cuando era frecuente que en Patriarcas, o el centro de la ciudad, tuvieran lugar manifestaciones y encuentros: para ellos esto no era diferente de algo casi diario, donde partidos mayoritarios y principales sindicatos hacen mucho ruido. Pero en el movimiento algo había cambiado. Es curioso que antes de aprehender el presente, este ya ha mudado a una nueva tensión o des-tensión entre fuerzas. André decidió salir por un rato debajo del techo, cuando solo lloviznaba, e ir al servicio. Atravesó la calzada principal, justo cuando un pequeño anonymus bien trajeado, se cruzaba en su camino. - ¿Dónde hay por aquí un servicio para orinar? – Fueron casi las primeras palabras de André por vuelta de las dos de la tarde. – En el valle de Anhangabaú debe de haber uno. – Fue la respuesta del anónimo.- Estamos organizándonos allí abajo, ¡vente!

La mayoría de los del partido, junto a la mayoría adolescente, bailaba y conversaba debajo del techo: no daría un paso mayor para salir de Patriarcas. Allí había música, y el día ya había dado que sí para muchos. André bajó unas escalinatas hacia el valle de Anhangabau, e inmediatamente constató que debajo del Viaduto del Cha había movimiento. Echó la vista atrás y el movimiento escindido en Patriarcas fue visto por última vez.

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