terça-feira, maio 28, 2013

Reseña a "Proyecto de una ética mundial" de Hans Küng

Para Hans Küng la gran premisa de este trabajo viene amplificada por su carácter de urgencia: no es posible la paz en el mundo si no hay paz religiosa. Esta es la tesis del libro, desarrollada a través de tres directrices que sirven de punto de partida y con la que se concluye una propuesta que se proyecta hasta nuestros días, entre otras y de forma principal, bajo la forma institucionalizada de Global Ética Fundación: el diálogo entre las religiones y entre las naciones como base para una ética planetaria. Cabe decir ya que Manuel Fraijó considera la misma necesidad de contar con la colaboración de las religiones a la hora de configurar proyectos éticos, en vistas de que hay sociedades donde sus valores siguen siendo determinados por las religiones; por ello, M. Fraijó menciona a su amigo Küng y el proyecto para una ética mundial que aquí se reseña. Se une nuestro profesor también en Fragmentos de esperanza al requerimiento de Küng, en una segunda confidencia que repite la tesis anterior: no habrá paz en el mundo sin paz religiosa, avisando de que, a pesar de constituir un logro importante el concepto de persona, “La solidaridad está alcanzando unos mínimos alarmantes” .

Fraijó evoca un monoteísmo con pretensiones de universalidad, que evite las lacras del fanatismo y la intransigencia. Nos deja escrito que Küng considera inadmisible el intento hegeliano de considerar al cristianismo como religión absoluta. ¿No sería mejor una ONU religiosa en la que las pequeñas y grandes potencias de la fe votasen con el mismo derecho? Aunque me quedo con la sensación de que Fraijó acaba poniendo los pies en el suelo cuando afirma que del diálogo ecuménico, hasta ahora, todos salieron enteros tal como entraron; la experiencia solo ha mostrado una dura pugna de identidades. Propone para un diálogo ecuménico que el cristianismo pueda guardar silencio sobre Cristo, defender el teocentrismo en vez de cristocentrismo, un “estratégico silencio cristológico”: sin esta propuesta el diálogo ecuménico no dejará de ser una desigual confrontación entre el elefante y el ratón”, como parece resultar el planteamiento etnocéntrico de Torres Queiruga, ya que tales planteamientos no son aptos para el diálogo interreligioso al privilegiar constantemente la tradición judeo-cristiana. A este respecto, Fraijó aconseja tomar en serio la reserva escatológica de Metz, con la sugerencia de una especie de acuerdo operativo para el presente, que permitiría desactivar todo fanatismo. Convivir sin absorber ni excluir.

Es obvio que el planteamiento de una ética mundial no es exclusivo del proyecto de Küng. A ciencia cierta el teólogo y filósofo suizo, junto a los embarcados en tal proyecto, saben de ello, y no hacen más que recoger, junto a otros sin aparente conexión, el testimonio ético y religioso que anhela la justicia universal. En este proyecto, Küng encara el obstáculo que puede suponer la firmeza en la fe para el diálogo. Porque el diálogo de religiones bien que pudiera poner en peligro la identidad de cada religión, en lo que parece el auténtico nudo gordiano de nuestros días. Desde una posición ecuménica cada cual que dialoga con el otro mantiene su religión, no echa para el lado su verdad, aunque se interese más por encontrar los puntos comunes que las diferentes religiones puedan compartir. Y parece que la “regla de oro” es común a todas desde Confucio “Lo que no deseas para ti, no lo hagas a los demás hombres”, pasando por el judaísmo o la posterior modernización y secularización de esta regla a partir de Kant. Esta regla de oro puede decirse afirmativamente también, hasta convertirse en imperativo moral, a la manera de P. Tilich, quien entiende que el imperativo moral es el amor, o como lo dice M. Fraijó “trata a los demás como desees que te traten a ti”. El “Sé bueno, hijo mío” del rabino Hillel condensa lo nuclear de todas las religiones.
Ética y religión se han compenetrado a lo largo del siglo XX, y basta poner algunos ejemplos de dicho abrazo desde posiciones aparentemente antagónicas: sea desde el marxismo de la Escuela de Frankfurt en “la esperanza de que exista un absoluto positivo”, anhelo a favor de los demás donde Horkheimer liga el pensamiento de lo Absoluto a la solidaridad; sea en el marxismo utópico de Bloch, quien pretende introducir el ateísmo en el cristianismo; sea en la crítica de Kolakowski al marxismo leninismo institucionalizado desde la analogía con el mensaje de verdad cristiano y la institución de la Iglesia; sea en un cristianismo lleno de rebajas como el de Vattimo o el del propio Küng, a quien el otrora cardenal Ratzinger acusará de summa pro paganis el, ya mencionado, rocambolesco intento de poner a Cristo entre paréntesis en el diálogo interreligioso.

No contentarse con la finitud no es exclusivo del hombre religioso, y como muestra sirva la “antropología de los insatisfechos” ya citados. Es un discurso ético poco sobrio, el que extiende la solidaridad al pasado intentando “introducir sentido donde no lo hubo” , el que “puede sellar alianzas con la religión”. El Papa Francisco, el 22 de Mayo en la homilía de la misa en Santa Marta predicaba que los ateos también tienen derecho a la salvación, en un claro llamamiento a hacer el bien y a reconocerlo independientemente de la creencia o falta de ella. Parece que el exclusivismo y posición de superioridad del cristianismo está dejando por fin el “Extra Ecclesiam nulla salus” no solo frente a otras religiones sino también ante el mismo ateísmo. Así lo deja claro M. Fraijó cuando señala que hay muchas buenas personas fuera del cristianismo, en un texto dedicado al increyente Javier Muguerza. El problema ahora es que no solo otras religiones, como el islamismo, conservan el mismo espíritu de intolerancia, de absolutismo y de autojustificación que se le ha achacado en alguna ocasión al cristianismo, sino que el mismo progreso de la ciencia lleva consigo el que la razón se convierta fácilmente en sinrazón, ya que no todos los progresos de la ciencia son progresos en humanidad; justamente lo contrario, la Ilustración, tal como vista por Adorno y Horkheimer, es un imparable proceso de autodescomposición y se reconoce al exclusivismo que aboga por el aislamiento . Un comentario de Einstein debía de concluir esta advertencia en aras de una responsabilidad ética que no debiera conocer fronteras dogmáticas: ''Los genios religiosos de todas las épocas se han distinguido del común de los mortales por una especie de sentimiento religioso cósmico, que no conoce dogmas ni concibe un Dios a la imagen del hombre. Por eso no puede haber iglesias cuyas enseñanzas centrales se apoyen en ese sentir. Será, por tanto, entre los heréticos de todas las épocas donde vamos a encontrar hombres impregnados del más elevado sentimiento religioso, considerados por sus contemporáneos, ahora como ateos, ahora como santos. A través de este prisma, hombres como Demócrito, San Francisco de Asís y Spinoza están muy próximos unos de otros''. He querido citar a Einstein, ya que es un claro ejemplo de científico que no huye de su compromiso social. Pacificador, su pensamiento ya estaba en la órbita de una ética mundial: ''Hay solamente un camino para la paz y para la seguridad: el de la organización supranacional. El armamentismo unilateral, en base nacionalista, apenas intensifica la incerteza y la confusión generalizadas, sin constituirse en protección eficaz''.

Parece que tanto la ética como la religión debieran seguir siendo compañeras de viaje, ya que ambas buscan el sentido de la vida, ambas tienen la misma urgencia: la solidaridad . La ética instrumentalista, la del éxito, debe ser reemplazada por una ética de la responsabilidad preocupada por el futuro y respetuosa de la naturaleza; se trata de una “responsabilidad del hombre para con este planeta,” “con el ámbito común y el medio ambiente”. Hans Jonás deja claro el siguiente punto, según reza en la página web de Global Ética Fundación. “The principal, that for all future times a world suitable for human habitation should be preserved, is widely acknowledge as a general axiom.” Una regla de la ecología donde el ecosistema prevalece sobre el sociosistema, y que se une a otras reglas, como las del bien común que promueve la medicina preventiva frente a la curativa, dada la necesidad de una ética preventiva para no llegar siempre después de que pasen los hechos: “la reflexión de lo lícito ha de preceder a la realización de lo que es factible”. Estas reglas de una ética racional estimulan actitudes y estilos de vida, pero plantean problemas en lo concreto, como sobre la motivación moral y el sentido último de las normas, ámbitos donde la religión entra en acción.

¿Retorno al politeísmo? Fraijó duda de la viabilidad de abandonar la matriz cultural en la que vivimos, (Unamuno desarrolla su vida y obra en el ámbito cultural, aunque su cristianismo no es encasillable) aunque el pluralismo cultural y axiológico es deseable, pero el politeísmo religioso es difícil que resurja. Küng insiste en evitar el relativismo moderno-ilustrado que equipara todas las verdades, ignorando la realidad vital del hombre. Un pluralismo que justifica a la propia religión y a las otras, no es la solución. Sí al inclusivismo, en forma de abrazo. Para Küng, el verdadero cristianismo exige un cambio radical, del corazón, “con-versión” del hombre, de la humanidad, al Absoluto.

Veintidos años han pasado desde la primera edición de Proyecto de una ética mundial, libro ya gestado también como consecuencia de unas experiencias tecnológicas límite que urgían a un gran consenso global. La energía atómica es el mejor botón de muestra de dichas experiencias, capaz de acabar con el hambre en el mundo o de aniquilar la humanidad. Resaltar entre estas experiencias también, lo que en 2008 se convertirá en el cumplimiento de unos de los avisos que encontramos en este libro: la bolsa global, capaz de desencadenar turbulencias globales en el sistema monetario y financiero.

A día de hoy, no pocos filósofos prefieren prescindir de normas universales y remitirse a los usos de los diversos ámbitos y formas de vida, como MacIntyre, quien apela a una vuelta a la doctrina aristotélica de las virtudes, de corte individualista, o Michel Foucault, con una ética del ocúpate de ti mismo, algo que me gusta entender desde las prácticas de libertad que este autor sugiere en las relaciones de poder . No obstante, cito a Carlos Paris, en su texto sobre Unamuno, quien entiende la evolución como proceso dotado de sentido; el desarrollo creciente de la conciencia culmina en el ser humano que “se es” ante sí mismo; mas el proceso no está concluso, apunta hacia crear la “conciencia colectiva social” y forjar la “conciencia colectiva social”.

El deseo ecuménico de entendimiento entre las religiones se extiende a las naciones. “La paz es la única forma de sentirnos humanos”, decía Einstein, y la humanidad ha de poder acabar con las guerras, dice Küng. Las guerras no son innatas a la naturaleza humana, sino adquiridas y, por tanto, pueden ser sustituidas por regulaciones pacíficas. Sea utopía o ambición noble, la atención a los derechos humanos, la emancipación de la mujer, la realización de la justicia social, son temas que desde las distintas religiones debían en estos 22 años transcurridos esperar una creciente concienciación . O al menos eso esperaba Küng. El lector de Proyecto para una ética mundial podría así mismo comprobarlo; a veces nos acercamos a los logros éticos, tras mucho esfuerzo, pero a veces nos alejamos cada vez más de ellos, con acciones que de un plumazo borran cualquier atisbo de esperanza. Quizás renovar día a día nuestra transformación dentro del propio camino es la única alternativa para merodear la paz mundial; la apertura al diálogo es una virtud de actitud de paz; cuando se rompen las negociaciones, irrumpen las guerras. Y esas negociaciones, en realidad, dependen de los hombres llaves de nuestro mundo. Para los hombre de a pie, nos queda la regla de oro, y rezar, si sirve para algo, con el fin de evitar el temido choque de civilizaciones, algo que a la luz de los continuos acontecimientos, parece que podría acabar con gran parte de la humanidad.

A vueltas con la religión, Manuel Fraijó

Fragmentos de esperanza, Manuel Fraijó

Proyecto de una ética mundial, Hans Küng

Filosofía de la religión. Estudios y textos

Dios, el mal y otros relatos, Manuel Fraijó