quarta-feira, janeiro 26, 2011

Corbatas y delantales



La Avenida Paulista en Sao Paulo es uno de los corazones económicos de Sudamérica. Diferentes clases sociales se mueven por ella, o trabajan juntas en los mismos edificios u oficinas. Lejos de las encuestas y débiles estadísticas a las que la antropología pueda llegar, quiero basarme en las ropas o uniformes de los diferentes grupos que se encuentran en un núcleo comercial gigantesco a partir de un despacho de abogados, bien por buscar el todo a partir del particular, o bien por hablar mucho de poco, mas con el fin de mostrar una diferencia racial y social bien disimulada. Los uniformes de trabajo de estos brasileños reflejan las situaciones sociales y culturales de cada uno. Hay que decir que si bien llegan a distinguir ese hecho sin necesidad de ningún agente externo, se muestran indiferentes en la mayoría de los casos ante los enormes efectos socio culturales de dichos hechos.
Por mi condición de extranjero y dado el carácter curioso de los brasileños, mi presencia, a veces, es objeto de su particular acogida; por ejemplo preguntan sobre el clima del lugar de origen y si es hombre, casi inmediatamente me preguntaran si soy del Real Madrid o Barcelona, y cúal es mi equipo en Brasil. Esta curiosa disposición a compartir siempre se antoja agradable.
Englobemos en dos grupos a la mayoría de los protagonistas del bufete de abogados, que ocupa tres departamentos comerciales del mismo edificio. Corbatas y Delantales son sus nombres. Los bamana de Mali me han ayudado a convercerme de que corbatas y delantales son una cultura expresiva siempre y cuando atraigan mi atención y dirijan mis pensamientos.
Unas cuestiones previas que se me vienen siempre a la cabeza son ¿Se trabaja mejor por llevar corbata? ¿Qué objetivo estético procura si no conlleva ningún rendimiento? ¿Es una convención social inventada por otros “corbatas” para demonstrar que se pertenece al mismo club? ¿Es la primera subordinación tener que trabajar con corbata durante diez horas sentado en frente de un ordenador? La única razón pragmática sobre su uso que pienso que existe es la de marcar la diferencia. Más tarde, comprobaré que en el restaurante para los “corbatas” la mayoría de los camareros son de color, y por supuesto, ningún cliente de color. En el restaurante popular veo gente de color, pero para mi sorpresa hay siempre varios “corbatas”, lo cual quiere decir que esos no deben ganar o tener tanto dinero, es decir, sus trabajos no deben de ser bien pagados y/o tal vez sus estudios son más básicos. De hecho algunos de esos “corbatas” son pardos.
Está claro que los abogados usan trajes y corbatas. Al igual que ellos, banqueros, administrativos... Por “corbata” etiquetamos a aquéllos que tienen los trabajos mejores pagados, a los que han accedido a ellos porque tenían dinero para pagar una universidad, casi siempre privada y cara, y por lo tanto forman parte de la clase pudiente; incluyo a las mujeres de estos oficios dentro del término “corbatas”, aun sin usarlas, porque sus estatus, ropas y consecuentes actitudes, denotan la supremacía social sobre otras. La corbata posee una gran fuerza coercitiva dentro del colectivo que se pasea por esta avenida empresarial. La llevan tanto el jefe como los becarios, aunque para los más jóvenes es más placentero al comienzo porque su uso les diferencia como privilegiados estudiosos, les hace pertenecer a la burguesía, que aquí concentra la gran parte de la brasileña, les otorga un estatus laboral con un alto poder adquisitivo. No habría nada de malo en esto si no fuera porque la corbata implica hegemonía silenciosa, con sus desvíos de las realidades y sus injusticias civiles. Los hechos muestran los principios que me obligan a generalizar y decir que todos los “corbatas” de este análisis comparativo dan prioridad a su labor profesional dentro de sus vidas, pero que cuando son becarios, es decir, jovenes, y se encuentran dentro de una clase de español, se quitan la corbata por un momento y se repiensan sus futuros.
Algunas cosas que todos los Corbatas de la oficina tienen en común: que son blancos, todos de descendencia europea, italiana, española y portuguesa mayoritariamente, tambien hay una austriaca, y añadir que, a pesar de que en esta oficina no haya ninguno, los descendientes de japoneses que se ven por la Paulista, que también son muchos, son casi siempre “corbatas”. Los chinos, coreanos y otros asiáticos, abundantes en la metrópolis, generalmente no participan de estos grupos; que casi todos son nacidos en Sao Paulo ciudad o estado; que su equipo de futbol es el Sao Paulo F.C; que han estudiado en Universidades privadas y caras; sus parejas son de su misma clase social y étnica; vienen a trabajar en coche; entre sus pertenencias diferenciadas menciono apartamentos o casas en grandes y lujosos condominios, casa de campo o en la playa; sus salarios van desde los 700 Euros de los becarios hasta los 2000 de un abogado licenciado que no supera los treinta años; suelen viajar en sus vacaciones y conocen otros países, es más, han vivido y les gustaría mudarse a Estados unidos o Europa porque no encuentran seguro Brasil; hablan otras lenguas; son católicos aunque pasan de la religión; odian a Lula.
En el otro lado tenemos los Delantales. Aquí metemos también a los dos sexos; no obstante, si entre los corbatas es posible ver a más mujeres que hombres dentro de un despacho, entre los delantales las ocupaciones están bien definidas para cada sexo. Las mujeres son limpiadoras, y se encargan de servir agua, café, zumos o galletas a los clientes que hacen reuniones o videoconferencias en las distintas salas. Por supuesto al profesor de español también se le ofrece, aunque éste prefiere tomarse el café junto a los Delantales en la pequeña cocina del último piso, ya que hay los delantales se encuentran más cómodos para hablar de cualquier cosa. Las mujeres también suelen cumplir la función de secretarias, pero normalmente sólo en la recepción del edificio. La de los pisos o de los abogados hay que separarlas del grupo porque no entran dentro de las generalidades de los Delantales. Los hombres Delantales trabajan como porteros o en mantenimiento. Pero aquí encontramos una curiosidad: los porteros de los edificios comerciales llevan traje y corbatas. Hay una diferencia étnica retumbante si recordamos que no había ningún abogado negro, mientras que no hay un portero que no lo sea. Aún más, es difícil ver a un portero blanco, o rubio, aunque esto es más probable que ver a un negro con corbata. Fuera de la oficina también los Delantales trabajan como camareros, motomensajeros, barrenderos, taxistas, en definitiva, todas las ocupaciones que ofrecen servicio y consumo. Antes de comentar algunas generalidades de los Delantales se debe mencionar a los pardos, una etnia de la cual casi el 40% de los brasileños dice formar parte, y no es más que la mixtura entre blanco, indio y negro. Pues bien, los Delantales son negros o pardos; la mayoría nacieron en otros estados de Brasil, principalmente del nordeste o Minas Gerais; ellos no van a hablar de sus antepasados, es obvio que serían esclavos. Es normal que un brasileño aporte su descendencia cuando se trata de un Corbata, pero no de un Delantal; su equipo de fútbol suele ser el Corinthians como que se considera el equipo del pueblo; no tienen estudios universitarios, y muchos apenas si saben leer o escribir poco más que su nombre correctamente; tienen que coger dos autobuses, trenes y metro para venir a trabajar, pudiendo tardar más de dos horas en cada viaje; sus salarios van desde los 150 euros hasta los 350 los más afortunados, que son pocos; no han salido nunca de Brasil, pero dicen que tampoco quieren vivir en otro país, que ellos están muy a gusto; no conocen ni otros estados, y sólo viajan una vez cada 10 ó 15 años a Pernambuco o Ceará a visitar sus familiares; sólo hablan portugues, y son señalados porque lo hablan mal, aunque los Corbatas suelen cometer los mismos errores y, a veces, hasta les gusta hablar como ellos; son evangélicos, cardesistas o espíritas, y son fieles a sus religiones; aman a Lula.
Estas son las realidades sociales y culturales básicas de la sociedad brasileña en Sao Paulo. Por supuesto que están llenas de excepciones, y que las diferencias y similitudes entre los grupos son motivos para un analisis más exhaustivo. Me quedo con señalar como la sociedad plural y el multiculturalismo se confunden en la vida de este país ejemplo de convivencia.

terça-feira, janeiro 25, 2011

TRAMAZUL


TRAMAZUL

Por la Avenida Paulista, uno de los corazones económicos de Sudamérica, pasan a diario 800.000 personas. En plena Avenida, en el Museo de Arte Contemporánea de São Paulo Assis Chateaubriand una intervención, un hecho inédito, reclama su propia presencia. Sobre sus cuatro fachadas que forman una caja suspensa y delicada, 324 columnas de vidrio se han visto cubiertas de vinilo adhesivo azul y blanco para diseñar un cielo claro con nubes bordadas. Los edificios colindantes, funcionales, son rascacielos que reflejan también el cielo real en sus ventanas. Pero hay varias diferencias entre esos cielos reflejados y el cielo inmóvil de las fachadas del Masp.
Tramazul es una obra concebida especialmente para un espacio arquitectónico determinado, algo que ha venido haciendo Regina Silveira en las dos últimas decadas. Si antes su motivación era la distorsión y los extrañamientos, ahora ha buscado la harmonía, enfatizando la luz como significado central. Ha pasado y diseñado cielos en diversas partes del mundo como en el Palacio de Cristal del Museo Reina Sofía de Madrid, en 2005. Reafirma la luz como recurso poético para intervenir sobre espacios construidos.
La artista brasileña reconoce que las caracterícticas del Masp son inspiradoras a la hora de realizar su intervención, “el edificio es muy especial para la ciudad”. Aún tiene más importancia el hecho de llevar afuera el arte que ya no sólo existe dentro de uno de los museos más carismáticos de la metrópolis, para alterar las expectativas de los transeúntes respecto a su relación habitual con el espacio público que en el caso de la capital paulista, según el procurador del Masp, es poco artístico. “Como São Paulo todavía es muy fea, con una arquitectura apresurada, empaquetada, apretada, sobrepuesta, en un escenario comprimido, el arte pública debería ser un recurso permanente”. Porque tal vez el único objetivo de la artista es que el espectador, el transeúnte, se detenga y se tome su tiempo, algo que se antoja difícil en un entorno financiero y empresarial donde el tiempo no pertenece al ser humano sino al dinero y el adjetivo más usado en la calle es “ajetreado”. Regina nos invita a detener el tiempo del trabajo, a que hagamos un alto en el camino. Y es que la artista gaucha juega con la capacidad de percepción del ciudadano en una sociedad saturada de imágenes, por lo que quizás pretenda despertar la curiosidad del espectador con el objetivo de que se detenga. Se me viene a la memoria aquel cartel publicitario de Muntadas donde se leía “La percepción requiere participación”. Al igual que Tramazul, no aporta una respuesta ni una conclusión, simplemente abre el camino a posibilidades e interrogaciones y basicamente a la reflexión.
Esta propuesta artística, además, jamás acabará en una colección privada, luego es una muestra de la herencia de la crisis del objeto artístico tradicional que se reivindicó sobremanera a finales de los años sesenta. Efectivamente, la autora reafirma que “mi foco no es la permanencia del monumento (el que forja una identidad común bajo unos valores que se entienden como correctos), mas el efecto, la función del arte que puede ejercer como transformación. La Avenida paulista es un complejo tramado de informaciones y tráfico. Es una paradoja colocar el cielo fijo. Es una obra pública con mucha visibilidad, es una transformación mágica y súbita del lugar, una transformación de la escena, temporaria (que presenta lo obvio que vemos todos los días pero jamás verbalizamos, uno de los objetivos de la intervención). Pretende tal vez Regina Silveira que el Masp se convierta en mediador cultural, protagonista de la resignificación cultural de la obra( Ùltimas tendencias del arte,147). El artista identifica los problemas de su tiempo y ofrece una respuesta a través del arte. Uno de esos problemas es la alienación en las relaciones sociales. Dice Silveira: “Fuera de los espacios protegidos del arte, el poder transformador que el arte tiene proporciona nuevas experiencias en lo real y consigue substituir el mirar indiferente por una actitud más curiosa y participativa”.
Sí, el paulistano va siempre apresurado, sin levantar la cabeza “olvidamos mirar arriba, ver que el cielo de São Paulo es variado, por eso el trabajo es un cielo fijo que sirve para poder valorizar los términos de la comparación. Un cielo gris y con llovizna en contraposición con el cielo fijo bordado” concluye Regina, quien es consciente del contraste del cielo limpio de Tramazul y el cielo contaminado que recorre el espacio de São Paulo. Regina se destacó como artista multimedia en los setenta, interesándose posteriormente por instalaciones que exploraban las perspectivas ilusionistas, luz y sombras: “fijar un cielo, crear un otro vacio encima de otro vacio. Bordado es una técnica de construccion de imagen punto a punto, procedimiento próximo a los procedimentos gráficos o digitales. Es una práctica artesanal transcultural el bordado de punto cruz, de un hacer que remite a lo delicado. Mi trabajo siempre tuvo su foco en la constitución y en los significados de las imagenes”.
Teixeira Coelho, procurador del Masp, nos presenta la obra: ¿Por qué un cielo bordado? Porque en São Paulo el cielo nunca está visible. Silveira ha hecho varios cielos. Interioes y exteriores. Su tono ahora es el del arte pública, arte urbana, (el arte es siempre urbana o no es). El arte pública debería ser un recurso permanente. Todavía no lo es. En el exterior la receptividad y la conciencia de esa necesidad son más intensas. Su arte es fácil de ser aprehendida, sin dejar de ser sofisticada en los recurso y efectos. Un arte de género, el cielo bordado sería un cielo femenino, anti-feminista o pos feminista, conforme a la lectura. Un cielo bordado en una fachada que nunca sirvió al arte tanto como ahora. El cielo en São Paulo se escapa a los ojos y al cuerpo con rapidez: el cielo se queda estacionado y con él el tiempo también estará parado, como aquellos que quieran disfrutarlo. Arte contemporaneo contra el flujo de las cosas, y un arte que acepta desaparecer.
Yayo Aznar dice sobre la técnica del bordado “hablar desde procedimientos estrictamentes femeninos, como la costura, para hablar de problemas que no sólo afectan a las mujeres. Eso sí, desde un lenguaje “femenino”, desde unas artes nunca consideradas del todo como tales, desde las artes más populares, lejos de las Bellas Artes, territorio masculino durante muchos siglos” ( ibid, 202). El cielo azul con sus nubes bordadas de Silveira, bajo mi punto de vista, no enfoca su critica en particular al arte masculino ni tampoco critica con violencia al arte que una élite disfruta en el museo, en el mercado, y en su casa planteando la contradicción entre artes mayores y artes menores, cuestionando la “autonomía del arte” de Greenberg y el concepto kantiano de la “contemplación desinteresada”, desinteresada fundamentalmente en la política, el concepto de modernidad en definitiva. Tal denuncia era más propia de Nora Aslam con sus bordados en Alfombras, aunque ésta autora argentina exigiera la contemplación eliminando el adjetivo “desinteresada” para integrar a los excluidos, algo esencial a su vez en Tramazul, ya que no es posible establecer una relación con la obra con una mirada desinterasada, siendo el espectador quien hace posible la intervención. Crítica que me recuerda a la que hace Walter Benjamin de la misma contemplación desinteresada kantiana, al hablar de la mirada dispersa, una mirada burguesa por excelencia.
Tramazul, por otra parte, tampoco parece asumir un “nosotras” como le gustaría a Amelia Valcárcel, aunque traigo a colación la revisión del pensamiento femenino en Inessential Woman, de Elizabeth V. Spelman, y su miedo a caer en “una idea genérica que funcione en la teoría feminista de una manera muy parecida a como la noción de genérica de hombre ha funcionado en la filosofía occidental”( Ibid, 203). Ni Regina Silveira, ni Nora Aslam son norteamericanas ni europeas. Son Sudamericanas, y ante la pregunta del millón de Lawrence Alloway “¿Puede o debe el arte latinoamericano ser internacional en sus ambiciones, en su estilo, o su verdad y su tema residen en su geografía?” las obras de artes de ambas artistas, a pesar de su especificidad espacial en el caso de Tramazul, muestran que su arte es universal, buscan la defensa de la igualdad, sin fronteras que delimiten un cielo de otro. En Tramazul Todos estamos bajo el mismo cielo.
Porque los excluidos también quedan integrados debajo del mismo cielo de Tramazul: no hay Otros, ni blanco o negro, ni rico o pobre, ni sano o enfermo, ni hembra o varón; el sujeto no queda dividido mediante ninguna práctica divisoria. Aunque a priori el ego acorazado, fascista, de cada individuo no es molestado por una propuesta que resulta bonita, simple, Tramazul es capaz de devolverle la mirada a su espectador sin producir ningún asco, sin escandalizar ni provocar el desagrado que genera la violencia y lo abyecto. Es la delicadeza del bordado, la técnica gentil y paciente que se contrapone a la arquitectura del cemento y el hierro. El choque traumático con lo Real (siguiendo a Hal Foster con Lacan, para quien el sujeto está también bajo la mirada del objeto, y está tocado (touché) por él) es posible si el espectador ronda la pantalla tamiz que se interpone entre la obra y él. Dice Crimp que el conflicto es un elemento determinante en el contexto real de la obra, "reforzar la diferencia entre un arte para el consumo y una escultura para la experiencia directa en el lugar en que habita, la envolvería constantemente en polémicas". Nada aparentemente entra en crisis en el espectador ante Tramazul. Quizás esta propuesta no se pone en crisis a sí misma pero si lleva hasta la crisis a algunos pensamientos o actitudes del espectador, saltando el continuum del tiempo para reactivarse como intrusa en otro contexto: una imagen dialéctica como diría Walter Benjamin. Sin embargo, y por eso mismo, la relación con la obra es estrictamente personal; una obra de arte no puede crear una comunidad nueva. Pero el arte en general sí puede ayudar a crear una comunidad ( Ibid, 187); por eso no he de hablar por los demás, y sí por mí, ya que la obra ha conseguido que me detenga para analizarla y desgajarla, a través de mirar a la obra de otra forma como sugiere Aurora Fernández Polanco con el fin de ver lo que la obra realmente propone o me propone personalemente. Justamente, el Masp alberga en estos momentos una exposición de retratos de Goya, Van Gogh y otros, titulada “Ver y ser visto”, y otra exposición de lugares extraños de Win Wenders, luego el cielo azul de nubes bordadas invita por fuera y por dentro a una mirada diferente sobre un mundo que pretende transformar de manera inmediata, aunque sin duda, el efecto político del arte tiene que pasar por la distancia estética (188, Ranciere)
Menos es más; Regina Silveira no ha hablado explícitamente de política, ni muestra una realidad cruda y dura a la que en verdad estamos acostumbrados, anestesiados; no es como el compromiso político radical de Martha Rosler, pero de una forma más sigilosa, con el silencio de la costurera, escapa de lo que Ranciere significa con la capacidad disminuida del arte, con sutileza y con luz, para abogar por una resitencia individual, por una transformación, entrando en el terreno de la microresistencia, de la micropolítica. Los diferentes sistemas de control y dominación están tan bien estructurados que ya es casi imposible una resistencia global dado que el capitalismo todo lo absorve, las críticas más fervorosas son adaptadas al sistema, como las de Los Simpsons o las de los Sex pistols. Sólo es posible una resistencia personal, una microresistencia. Si el arte como quiere Ranciere ha de producir el disenso, frente al lenguaje de la dominación, Tramazul con sutileza puede hacer temblar el consenso en el espectador al mismo tiempo que conseguir el disfrute de la experiencia de lo bello. Me recuerda a Shoah, el filme de Claude Lanzmann, donde se sabe lo que se quiere representar de un modo que el exterminio del holocausto no necesita que la cámara de gas, los verdugos o las víctimas aparezcan en pantalla. Se testimonia que existe lo impresentable, reto de Lyotard al introducir la experiencia ética fundamental, transformando lo sublime kantiano que se contemplaba desde la distancia: la transformación conjunta de la autonomía estética y de la autonomía moral en una sola y misma ley, la de la realidad como elemento capaz de producir emoción estética.
Otro asunto es que la obra dé resultado y consiga que mendigo o ejecutivo se detengan ante una intervención del espacio público. No obstante, como dice Ranciere, y se ha comentado en el párrafo anterior, el resultado primero es individual y luego colectivo, a fin de observar cualquier tipo de eficacia del arte como constructor de imaginario. El problema es que al arte ha de ser muy punzante, como diría Barthez, ya que nuestro imaginario está formado por muchas imágenes, “somos el lugar de las imágenes” (Belting), imágenes con las que el mundo nos arrolla, para que dicho arte mueva a las masas a uma revolución que ella misma no está demandando. En el Masp acampan, pasean sin techos, y todo tipo de personas perteneciente a diferentes capas sociales o étnicas. Como intervención el arte se reconoce como una actividad intrincada con la sociedad (Ibd, 71) Encaja Tramazul con la necesidad de buscar nuevos espacios para el arte, es un propuesta que surge de la relación entre la obra y su contexto, que saca a la luz las complejas relaciones que se establecen entre la sociedad y el espacio público (ibd.) pero la crisis que propone no puede ser entendida fuera de cierto intelectualismo.
¿Correrá el riesgo de convertirse Tramazul en una fantasmagoría que como dice Susan Bück-Morss dobla la realidad para protegerla de ella? El ciudadano paulistano, como cualquier otro occidentalizado, tiene los sentidos inundados, saturados, debido a la duplicación imaginaria de lo real, por lo que su sistema sinestésico se ha vuelto anestésico; luego, y muy a pesar de Walter Benjamin o Regina Silveira, el arte sería incapaz de deshacer la alienación sensorial lograda por el poder y la estetización de la política, arte incapaz de restaurar el poder instintivo de los sentidos corporales humanos para el bien de la autopreservación de la humanidad. Al final de cuentas, todo parece apuntar a cada individuo, a cada lector, que ha de enfrentarse a su memoria como ciudadano. La avenida paulista representa el territorio en el que se manifiesta la lucha por el control político y económico, donde se dan las relaciones entre los sujetos que la habitan, de las que se derivan una identidad comunitaria que determina la identidad privada (Ibid,75) y esa lucha se antoja tan encarnizada que el psicoanálisis de las teorías post estructuralistas que se han repasado en este ensayo parece demostrar por momentos que el irracionalismo sobrepasa con creces la voluntad de cualquier lugar destinado a lo simbólico o imaginario.
Al mismo tiempo, cosciente o incosncientemente, Regina está revisionando la institucionalización del arte, ya que este museo paulistano podría formar parte del mito contemporáneo, representación colectiva, cuyo objetivo es convertir en natural lo que es social. El apropiacionismo es la determinación de cómo el discurso institucionalizado sobre el arte afecta a la relación entre obra y espectador (ibid,142).
Regina Silveira ha necesitado a cuatro alpinistas para colar el cielo de Tramazul, por lo que la artista no hace la obra con sus propias manos, una caracteríctica del arte después del fin del arte como a Danto le gustaba señalar al referirse a la apertura de nuevas formas de representación. Al igual que Richard Serra, por ejemplo con Title Arc, otros profesionales han participado en la ubicación de la obra. Una diferencia es que Serra, con su muro de acero oxidado en medio de la plaza, materialmente cortaba los itinerarios rápidos y previsibles de los ciudadanos de una ciudad tardocapitalista como Nueva York. Regina prefiere el simulacro, el ilusionismo del arte frente a la realidad, como el diálogo que proponía Serra de lo público frente a lo privado. Pero Title Arc no era una pieza bonita para la mayoría y Tramazul sí es agradable a la vista para casi todo el mundo. Silveira añade el diálogo entre lo real y el artificio, ella juega en el campo del simulacro, promoviendo ilusionismo, una obra de relación directa de imagen y percepción. El simulacro, imagen que se insiere en lo real como posibilidad. Foster escribe en “El retorno de lo real” acerca de las nuevas vanguardias como “otra trayecoria del arte desde 1960 estaba comprometida con el realismo y/o el ilusionismo: cierto arte pop, el hiperrealismo, cierto arte apropiacionista”.
El arte nuevo, sus producciones y su recepción, con el espectador como un vector integrado de la obra, una reminiscencia posmodernista que nos llena de saudades de los llamados últimos románticos, como Marcuse, pero nos hace regresar a otros cielos de antaño para recordar la memoria no sólo de los cambios epistemológicos que se produjeron en el arte a finales de los sesenta, sino más allá, con el dadá, el surrealismo, con artistas de los cincuenta como Klein, Fluxus... artistas o tendencias que darán la prevalecia a la idea antes que al objeto, como las postales enviadas de On Kawara “I got up”, que denota la preocupación por el paso del tiempo y la conciencia vital en una existencia marcada por el tránsito entre el sueño y la vigilia (57) . Tramazul, y con ella Regina, se une a ese anõrado intento de interrupción del ritmo habitual de las ciudades, al remover y permanecer en la memoria desde la conciencia individual del transeúnte que pasea bajo el cielo de una obra activa que vive sus últimos suspiros como es Tramazul.


Bibliografía:

- Últimas tendencias del arte, Yayo Aznar Almazán, Editorial universitaria Ramón Areces, UNED.
- Fragmentos de los textos básicos de la asignatura “Últimas tendencias del arte”:
“¿Qué pasó con la modernidad?” de Hal Foster
“El viraje ético de la estética y la política” de Ranciere
“El sujeto y el poder” de Foucault
“Estética y anestésica; una revisión del trabajo de Walter Benjamin sobre la obra de arte” de Susan Bück-Morss
“Discursos interrumpidos en la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” de Walter Benjamin
“La redifinición de la especifidad espacial”, de Douglas Crimp


- Sobre parar e depois sumir, por Teixeira Coelho, curador Del Museo de arte contemporânea de São Paulo, en la introducción de Tramazul.
- Comentarios de la propia Regina Silveira acerca de su obra recogidos en su propia página web. También se recogen parte de declaraciones en Youtube, o en sitios de noticias de internet.
- Otros comentários hechos por los alumnos y la profesora Yayo Aznar en los foros de alumnos de la asignatura de “Últimas tendencias del arte”.