sexta-feira, março 04, 2011

ETNOCENTRISMO


Enfrentarse al etnocentrismo es enfrentarse a un gran tabú. Profundizar sin miedo en lo que se ha estudiado hasta ahora sobre paradigmas antropológicos es posible en pocos sitios, dado que a nadie le gusta que se le moleste, ni que se le pongan en entredicho sus creencias y costumbres.
No desearía que este ejercicio sonara a despotismo ilustrado; la controversia se me antoja más fuera del alcance de las manos conforme me introduzco en la antropología y descubro los numerosos callejones sin salida que posee esta disciplina. Kaplan anuncia rápido que la antropología muestra una personalidad dividida. A Wolf o Lévi-Strauss la tristeza les consume. Kottak, en su apéndice, reconoce como el posmodernismo en antropología se cuestiona a sí misma y al papel del etnógrafo, algo que me parece normal pues la mayoría de los que estudian una carrera cuando se incorporan al mercado laboral se convierten en unos mercenarios del dinero y su calidad de vida, dejando en la Universidad las buenas intenciones. Esto, afortunadamente y a priori, ocurrirá menos en ciencias humanistas, y justo es ese el motivo por el que hay que pedir responsabilidades a las Humanidades, pues sin ese compromiso ahora yo no estaría escribiendo esto. Ya digo que es casi imposible hablar en serio de la vida en la cena de Nochebuena o en un bar cualquiera, aunque con ciertos amigos es posible, así que, por otra parte, confio en el hombre ya que también veo muchos que fueron y son coherentes y sensatos, sin ansia de gloria o poder, a los cuales agradezco sus vidas y sacrificios para que yo tenga un poquito de noción de la marioneta que realmente soy. Además, me satisface llenarme de perspectiva histórica, no sólo hacia el pasado sino hacia el futuro; desde mi primitivismo confio en el camino que recorremos para que el verdadero compromiso nos siga haciendo libres.
Sabemos que todos los seres humanos contemporáneos estamos sujetos al moderno engranaje mundial. Occidente es el núcleo que mantiene el capitalismo, aunque al mismo tiempo que esclavizamos sentimos la necesidad del Humanismo. La trascendencia del etnocentrismo es global, y no podía ser de otra forma. Por eso los grupos étnicos necesitan hacerse valer, ya que al sentirse absorbidos por la máquina capitalista, buscan afianzar su cultura, mantenerla viva como señal de identidad. Grecia marcó el comienzo de una Era gracias al crisol de culturas que allí se dieron, y nosotros todavía expandimos una de sus últimas consecuencias, el multiculturalismo, que conlleva entendimiento y respeto a la diversidad en todo el mundo y en todos los tiempos. No estoy siendo relativista. Condeno las aberraciones, en todas las culturas, pero como occidental, a la primera que apunto es a la mía porque así como hay cosas malas también hay muchas buenas. Por ejemplo, con Mead y el determinismo, los esfuerzos etnográficos tienen la única misión de mejorar la condición humana. La naturaleza humana es una hoja en blanco sobre la cual la cultura escribirá la personalidad del ser humano. A simple vista decir si dicha naturaleza es buena o mala no es relevante si afirmamos que esa tensión es la vida misma. La misión humana no es más que saber manejar esa tensión, racionalmente. El principal obstáculo que se encuentra la cultura en el camino de una escritura lógica y racional de esa naturaleza humana es tanto el egocentrismo del humano como el etnocentrismo de la misma cultura.
El etnocentrismo es un universal; sin embargo, soberbia, egoismo, ignorancia son algunas de las cualidades aplicadas al deseo de expansionismo del etnocentrismo occidental, el que impera en nuestros días globalmente; imponemos nuestra cultura porque es la más civilizada, y todo lo que no encaja en nuestra cultura es salvaje o barbaro (Lévi-Strauss). El barbarismo empieza en casa (The Smiths), y me considero el primer barbaro burgués porque soy consciente de que para que “los mios” y yo podamos disfrutar de un mundo bonito, básicamente de consumo, desgraciadamente tiene que haber otro mundo feo, de producción y esclavitud, principalmente en la periferia; la lucha es, por tanto, a favor de que ese mundo bonito donde yo vivo lo sea para todos los habitantes de este planeta.
La economía pone a su servicio la tecnología y la mano de obra humana; las relaciones sociales y las estructuras simbólicas y cogniscitivas dependerán entonces de esa infraestructura económica abanderada por los sitemas de producción (Marx, los neoevolucionistas). La postura de Harris me recuerda a la de Pilatos, o el mismo Kottak, cuando desvincula de responsabilidades a la ciencia, rompiendo el compromiso ético al que se debe. El núcleo del sistema mundial, donde se encuentra la infraestructura, es por todos bien conocido. Si no quiero mirar y analizar lo que ocurre en la periferia o en la estratificación que sustenta mi estilo de vida, no puedo considerarme menos complice de asesinato que los alemanes que no sabían de que iba la historia. No obstante, la estratificación es demasiado evidente gracias a los medios de comunicación y los viajes.
Como Marcus y Fisher dicen, si todos los pueblos ya han sido descubiertos y tienen que ser redescubiertos en circunstancias históricas cambiantes, debemos empezar por nuestro propio trabajo de campo interior al recordarnos que el compromiso ético de la antroplogía es para con la gente que se estudia: estudiémonos pues a nosotros primeros, puesto que sabemos que la mayoría de las tribus carecen de ansias de expansión, sólo quieren ser respetados, y porque si citamos a Berdaiev, el primer esclavo es el que esclaviza. Si hacemos una comparación transcultural, nos damos cuenta que debemos aprender más con las otras culturas, en vez de condenarlas al olvido como hemos hecho casi siempre; menos más que con el nacimiento de la antroplogía se quiera o no se han salvado algunas de momento. Debemos deconstruir nuestra propia historia dejando salir de ella a todos los pueblos sin historias que hemos aniquilado. Los musulmanes tambien se expandieron pero hemos de recordar que Maoma fue criado por su abuelo, quien había mantenido muchos contactos con cristianos y judios, al igual que el profeta. Con esto, quiero englobar a las tres grandes religiones dentro del etnocentrismo occidental y recordar como las culturas siempre han ido interactuando entre sí. Ahora, reclamo el papel de salvadora a la antropología, con las demás disciplinas científicas y humanas con las que trabaja, pero no únicamente salvadora de los pueblos estudiados sino del nuestro primero.
Cuando vivía en Edinburgo mi profesora me dijo una vez que yo hablaría inglés cuando soñara en inglés. Para aligerar ese proceso era condición indispensable que olvidara mi propia lengua. Huí literalmente de los españoles, incluidos amigos, y me mudé primero de casa y después de ciudad. En poco tiempo soñé en inglés. No sufrí un proceso de desaprendizaje de mi propia lengua, pero sí de abstinencia. El proceso de enculturación es responsable del posterior etnocentrismo, al cual es tan difícil desarraigar de nuestra personalidad. Nuestra humanidad es mejor y posible cuando comenzamos el camino de desenculturación. Ese camino sería más corto si evitamos dotar a los niños de la actual estructura lingüística cultural y social, monoteista, racista, consumista y competitiva. Sería conveniente mezclar más a los niños de diversas culturas, pero hacerlo con sus padres también. Hacemos crecer a nuestros hijos creyendo en cosas que nosotros no creemos, usamos un lenguaje falso y enmascaramos la realidad desde primera hora. Una sociedad no puede prohibir lo que no puede nombrar. Al comienzo de mis estudios, la palabra “etnocentrismo” conllevaba un halo cultural, algo que podía ser normal dada mi casi total ignorancia en la materia. Este término no me sonaba tan cruel como ahora. Si el relativismo cultural extremo permitiría el nacismo, el etnocentrismo radical sería nacismo. Por eso exclamo con Leach, visto que el individuo puede transformar la sociedad, que en el inicio del siglo XXI poseemos palabras y agencias que destruyen los eufemismos, que llaman por su nombre a los eufemismos. Aculturación es Occidentalización, y etnocidio más asimilación forzosa es igual a terrorismo de estado. Con la fuerza real de los términos conseguimos llegar a la gente, que se pierde con los tecnicismos persuasivos, sin saber el porqué de tantas locuras y guerras. Logramos, además, concensos entre las culturas, lo cual no se percibe hoy día en el sistema mundial, y como colofón, se realiza la teoría de la práctica. No se trata de dejar sin cultura al niño, más bien es dotar al niño de la Cultura, que es universal y verdaderamente libre.
La cultura tiene poder sobre el individuo (kroeber), por lo que llego a un tira y afloja entre el individuo y la cultura, donde éste tiene la última palabra; por eso la cultura a la que aspiramos desde hace unos 2500 años ha de ser holística, humana, pacífica. Lo único que hemos hecho desde la antigua Grecia ha sido sustituir los mitos. El sistema mundial acepta todos los símbolos en las diferentes cultural mientras éstos cohesionen al grupo que representa, pero siempre dentro de los canones de la civilización. Y esos canones todavía están basados en el etnocentrismo, la guerra, en vez del multiculturalismo, la paz.
Que un mundo sin etnocentrismo sea posible no es una utopía; lo que ocurre que nuestro etnocentrismo, y nuestra limitada capacidad interpretativa y memorística, no nos deja entender ese mundo. Tenemos que recordar con Boas que la civilización no es un logro de ninguna raza en particular. Y con Foucault, que es más fácil dominar a la gente en sus mentes que en sus cuerpos; cuando los niños crezcan y estudien en un mundo donde sean mundialmente aceptado estos hechos, junto a otros más, seremos consciente del fin de la esclavitud que provoca el etnocentrismo.