segunda-feira, setembro 09, 2013

EL FIN DEL FUTBOL

1. Introducción
2. Fútbol, ¿Fenómeno estético?
3. Fútbol, ¿Arte y obra de arte?
4. Fútbol, ¿Belleza y experiencia estética?
5. Fútbol, ¿Religión secularizada e instrumentalización por el discurso político?
6. “La televisión es el opio del pueblo” (Ernesto Sábato)

Bibliografía:
 Historia de seis ideas, Wladislaw Tatarkiewicz
 Arte de contexto, Jordi Claramonte
 Estética, Georg Lukács.
 Conversando con Lukács, (Hans Heinz Holz, Leo Kofler, Wolfgang Abendroth)
 La resistencia, Ernesto Sábato.
 Lukács, un clásico del siglo XX, Celso Frederico
 A dança dos deuses, Hilário Franco Junior
 Filosofía de la religión, Manuel Fraijó.

Introducción
El arte, la belleza y la experiencia estética son siempre exteriorizados desde la sensibilidad, recogidos con más o menos fortuna en las fundamentaciones, y se condensan en una forma moderna que se llama Estética. Estas nociones forman parte de la cotidiana realidad humana en su forma más existencial, y cada una desde su propio ámbito. Luego, el pensamiento de este trabajo que se desarrolla en torno a la estética se enraíza en la vida cotidiana, lugar de donde proviene la necesidad del hombre de objetivarse por medio del arte y de la ciencia, fuente y desembocadura de todas las actividades espirituales del hombre para donde retornan los mismos productos de sus objetivaciones. La temprana referencia a Lukács, a fin de determinar el lugar del comportamiento estético, puede servir para afianzar el punto de partida, quizás desde un realismo existencial: las necesidades puestas por el día a día. Este empeño es, en parte, debido al pedido del mismo Lukács: “Es importante crear un movimiento…que movilice continuamente sectores cada vez más amplios hacia la lucha contra la manipulación”, idea esta que recoge también Jordi Claramonte con la intención de postular un pensamiento estético que dé cuenta y razón de las interacciones entre la experiencia estética y la experiencia cotidiana indiferenciada, quizás insertado en un arte de contexto según el cual “todo hacer es conocer y todo conocer es hacer”, o sea, una realidad que el artista quiere hacer más que representar, gracias a unos modos de relación donde el arte se liga a las cosas de todos los días. Por ello, al final de este trabajo se incrusta la actividad autónoma de un grupo de hinchas organizados y apasionados dentro de una propuesta modal, que infelizmente quedara desvirtuada al quedarse restringida la plasticidad estructural de sus usuarios, con muy pocas o ninguna dimensión de existencia independiente.
Se tratará el fenómeno del fútbol dentro del ámbito estético, a través de la transformación del fútbol en religión secularizada, cuya función social será aprovechada por el discurso político; y sobre todo, este trabajo querrá resolver si en el fenómeno fútbol pudiera darse algún atisbo de tal ámbito estético. Para ello, se echará mano de Tatarkiewicz y su Historia de seis idea, obra con la cual el alumno tratara de justificar si se dan o no el arte, la belleza y las experiencias estéticas en el fútbol. Tatarkiewicz y su pluralismo estético en cuestiones esenciales como la concepción del sujeto y de los objetivos de la estética, en lo referente a la teoría de las experiencias estéticas, la teoría de los valores estéticos, las concepciones del arte y de las obras de arte vienen como anillo al dedo en el intento de fundamentar el papel que juega un espectáculo llamado fútbol dentro de las experiencias vitales en muchos seres humanos contemporáneos, experiencias estéticas al fin y al cabo, incluso por muy enanas que estas sean.

Fútbol, ¿Fenómeno estético?
¿Pertenece el fenómeno fútbol, en alguna de sus connotaciones, al ámbito de los valores estéticos? Para responder a esta cuestión, lo primero es reconocer cuáles son estos valores estéticos. “Es imposible construir un sistema universal válido de los valores estéticos”, avisa Tatarkiewicz, (14, prólogo) ante cualquier ansia de universalidad determinista. Los valores no se pueden reducir a un patrón, dado que son numerosos. Entonces, para incluir el fútbol en algunos de lo ámbitos de la estética, habría que ordenar, al menos con cierto deseo constructivista, las prácticas que entrarían dentro de estos ámbitos, y comprobar si el fenómeno futbolístico cabe dentro de ellos. En analogía con la biología y la psicología evolutiva a la hora de dar cuenta de ámbitos extremadamente complejos, se buscaría un nuevo espacio conceptual donde un número muy pequeño de tipo de interacciones paradigmáticas pueda dar cuenta de toda la conducta compleja. Pero el análisis requerido para tal conducta se situaría en los modos de relación, más apropiado para tratar las prácticas de arte de contexto, las cuales se suponen en términos antropológicos, ya que los patrones ahí dados de organización perceptiva y situacional, de los modos de relación que dichas prácticas ponen en juego, son comunes, como comunes son la mayoría de los sentimientos y sensibilidades que nos constituyen a los humanos.
De momento se aparca esta posible antropología de la sensibilidad, y aun en la órbita de una sensibilidad, quizás más teórica, un recorrido por las definiciones y diversas clasificaciones de lo que se ha entendido a lo largo de la historia de la humanidad por lo bello, por lo artístico y por lo estético, desde las distintas tradiciones y autores podría ayudar a situar el futbol en el ámbito estético. Este es el recorrido que hacemos de la mano de Tatarkiewicz y su obra, la cual reconoce que desde el punto de vista humano, los fenómenos, experiencias y actitudes, objetos o valores estéticos no forman de ningún modo una clase y no pueden experimentar distinciones. Pero esta indistinción no quiere decir que debamos evitar reflexionar sobre la experiencia estética, como evitó hacer la modernidad artística cuando se convertía en una tautología del poder mediante la cual decidía desde la institución Arte quién es y quién no es artista, y que el artista así escogido sea quien decida qué es y qué no es arte. La intención, no obstante, en este momento, es reconocer que en la estética, definiciones y teorías no se transmiten de generación en generación, sino que se forman gradualmente y sufren alteraciones.

Por tanto, desde el campo abierto que impedimenta ´una clase´, campo al que no se le deben poner vallas, y desde la nueva formación en continua alteración con la que los propios productos de los seres humanos se vuelven contra ellos mismos, se sigue investigando si existe el fenómeno estético dentro de una práctica que comenzó como deporte y en la actualidad, convertida en algo mayor que una ideología, cumple funciones religiosas, luego políticas y estéticas, en cuanto estas funciones se encargan de dar sentido a la realidad de los humanos. Ahora bien, que tanto la belleza como la espiritualidad y las prácticas artísticas, que se den en el fútbol, si es que se dan, parezcan ridículas si comparadas con la gran obra de arte (sea de objeto, concepto o contexto), o las grandes religiones es un asunto de gradación que podría servir para reconocer el enanismo estético y espiritual de los humanos del XXI. Tatarkiewicz es uno de los grandes maestros que ha recorrido la historia de los conceptos y de los fenómenos para obtener las fórmulas más precisas de cara a construir la dichosa teoría de la sensibilidad.
Siglos antes, Giordano Bruno ya proponía una radicalización del pluralismo estético, propuesta que recoge Tatarkiewicz, de cuya obra a su vez se toman prestadas algunas definiciones y clasificaciones que sirvan como botón de muestra de la heterogeneidad de los fenómenos estéticos, lo cual viene muy bien para apoyar la defensa del fenómeno futbolístico como tal. Por ejemplo, si se toma la noción en Hugo de San Victor, dentro de una división entre artes liberales y mecánicas según la utilidad, donde no se mencionaba ni la poesía, ni la escultura, ni la pintura, pero división según la cual el arte teatral incluía carreras, circo, resulta fácil pensar al futbol como el circo romano del siglo XXI, con gigantes coliseos metálicos incluidos. Ahora podía ser el turno de ver si el circo romano es o no es arte, sin embargo, desde ya es justo reconocer que se buscan aquí las definiciones más abiertas posibles, ya que las medievales o las clásicas, como las bellas artes a partir del XIX, están en otra sintonía más refinadas en su trato con la naturaleza, debates de antiguos contra modernos, belleza artística versus belleza natural… Con respecto al fútbol, este no deja de estar pegado al piso donde se practica, si lo dijera Hegel en su filosofía del espíritu, dentro de la antropología en el espíritu subjetivo, el espíritu aquí parece aún fundado con su cuerpo. Además, no hay ninguna transcendencia en el fútbol, si buscamos una clasificación, como la de Schelling, quien clasificaba a las artes según su relación con el infinito. Si se compara al futbol con el arte romántico, el futbol es un arte enano (espero no ofender a ningún enano), si es que llega a ser arte. Considerada la sentencia de Schiller “El arte es aquello que se da a sí mismo su propia regla”, hay que hacer justicia y admitir su referencia exclusiva a la división de las artes en miméticas o imitativas, para encajar dentro de un grupo bien a la pintura, la escultura y poesía, bien a la arquitectura y la música. Incluir al futbol aquí parece fuera de lugar, aunque no será el futbol la primera manifestación humana que causa polémica desde que su reflexión hace tambalear el mundo de las reglas.


Fútbol, ¿Arte y obra de arte?
¿Cómo pueden clasificarse las artes, si el ámbito y los limites que existen en ellas son una cuestión de convención, y las convenciones cambian? Dice Tatarkiewicz que la gente quiere un cambio y se consideran como los llamados a realizarlo. En todo, incluso en los conceptos, y por supuesto, en los estéticos también . Batteaux escribió una teoría general de las artes que diera cuenta de una nueva comprensión de las artes, y esta es la línea que sigue Tatarkiewicz en su obra, para quien la historia de las teorías se parece a un cementerio. En el siglo XIX ya se cuestionaba lo qué podía ser arte, o quiénes podían ser los artistas, como se ha visto arriba. ¿Son los artesanos en el XIX artistas? ¿Es la porcelana un objeto de arte? Interesa dejar constancia como entonces los criterios para decidir que era una obra de arte ya eran inestables. En otros momentos el concepto de arte, en teoría dependía de la belleza, pero en la práctica de la utilidad, grado de seriedad, rectitud moral. Las discusiones sobre el concepto de arte son comunes desde la modernidad, sobre todo cuando la autonomía moderna andaba cargada de negatividad con la que se intentaba hacer arte y vida con cualquier cosa que hubiera sido excluida o condenada por la normalidad burguesa: lo exótico, lo loco, lo idiota… . Temas como la forma de la obra de arte, funcional o figurativa, o el asunto de la experiencia estética, que puede producirse por otras cosas que no sea el arte, son temas que no son nada nuevos, y la fundamentación de la polémica en el XIX validaría el diálogo con los eventos del XXI, si es que este aun hoy es pertinente.
Las dificultades se extienden a la hora de buscar el criterio para lo que es el arte y la obra de arte. Algunos teóricos, como M. Weitz, o W. Kennick, son de la opinión de que no se puede definir el arte de ninguna manera y afirman que sean cuales sean los intentos que se hagan para definir el concepto de arte resultan infructuosos. Sin embargo, Tatarkiewicz está convencido de que es necesario encontrar una definición que sea diferente: la actividad consciente del ser humano. De las experiencias que el arte ocasiona, el sentimiento del gusto y el deleite es el más importante, otras ocasionan emociones, mientras que otras conmocionan incluso a los receptores. De igual forma, define obra de arte: Una obra de arte es o bien una reproducción de las cosas, o la construcción de formas, o una expresión de un tipo de experiencias que pueden deleitar o emocionar o conmocionar. Para el pensador polaco, es un error que el arte de entretenimiento, el arte comercial, y otros menos elevados que las obras maestras, sean excluidos de los límites del arte; existen obras de entretenimiento para el público en general, las cuales han superado la influencia del tiempo. El espectáculo deportivo, el sermón religioso o un documental de televisión, tal vez cumplan las definiciones indicadas, ya que pueden deleitar, emocionar o conmocionar. No podría negarse que huele a que el fenómeno futbolístico deleita, emociona o conmociona al hincha, sea por motivos deportivos o extradeportivos.
Pero ¿En qué quedamos? ¿Es el futbol entonces una obra de arte? No obtendremos respuesta a esta pregunta desde la fundamentación, y sí tan solo desde la experiencia . Ernst Cassirer decía que el arte es la creación de las formas que simbolizan emociones humanas y, por su vez, M. Weitz acrecentaba que “las condiciones del arte no pueden establecerse de antemano” , este puede aplicarse a cualquier tipo de actividad humana. De vuelta con Lukács, en ruptura con la concepción que ve en el arte algo ideal, parte el pensador húngaro de las determinaciones para ponernos en medio de las cosas, apelando a la infinitud extensiva e intensiva de los objetos y sus relaciones, para, en un proceso de astucia, acercarse al objeto paso a paso, contemplándolo en diversos contextos. Así, la esencia de lo estético no puede conceptuarse sino en constante comparación en sus modos de reacción frente a la ciencia, la ética, la religión. Ponemos todos ellos en relación con lo estético, sin perder la fidelidad con el marxismo que trata de manifestar los hechos básicos de la realidad de la vida humana, a favor pues de la determinación, como cosa provisional necesitada de contemplación, en detrimento de la definición, la cual es violenta con el carácter fundamental de los fenómenos. Pero la crítica al materialismo también estará presente cada vez que este se aleja de la cotidianidad inmediata.
Se retoma la cotidianidad, las necesidades puestas por el día a día, para encontrar, al menos, al fútbol como motivo del arte. Dentro de él sí que se puede dar la música o la arquitectura, al mismo tiempo que la poesía o la pintura pueden tener como motivo la realidad de los humanos cuando esta gira en torno a un esférico. En Sao Paulo, por ejemplo, existe un museo del futbol, y series de dibujos animados relacionados con este deporte se han visto en diferentes países, como en Japón. Anecdótico e intercultural es el hecho de que en las televisiones del país nipón, Oliver Tsubasa jugara en el Sao Paulo después de que este club brasileño ganara en 1992 y 1993 la copa intercontinental que se juega en Tokio entre los campeones de Europa y América. En realidad, la relación entre futbol y tebeos se remonta a comienzos del siglo XX, y reseñable es en esta unión de dos entretenimientos que el Pato Donald se pusiera la camiseta del Botafogo en la década de los cuarenta. Ya desde la cotidianidad, pero girando en torno a la definición, quizás para acabar con ella, acudimos al maestro estético para concluir que: Los problemas referentes a los límites de los fenómenos, y aquellos que tienen que ver con el arte son un ejemplo de las dificultades objetivas que surgen de la especificidad y complejidad del sujeto, y parece que no pueden superarse con ninguno de los intentos que se hagan para mejorar la definición. La conclusión de Tatarkiewicz, una vez más, parece fruto de lo propuesto por gigantes pensadores, como el mismo Kant, quien pensaba a los juicios estéticos como individuales, o Apollinaire y su apertura de las fronteras artísticas.

Fútbol, ¿Belleza y experiencia estética?
Tratamos estos dos ámbitos de la estética en un mismo punto, vista la relación inextricable que entre ellas existe. Los enunciados que se han hecho sobre la belleza, podrían haber empezado con Pitágoras, por lo cual resulta difícil hallar mejor lugar al que pueda remontarse esta cuestión sobre el futbol y la estética que en la Grecia clásica. El texto pitagórico, traducido al latín por Diógenes Laercio, dice lo siguiente: la vida es como una competición atlética; algunos son luchadores, otros vendedores ambulantes, pero los mejores se presentan como espectadores. Suponemos que por espectadores el griego antiguo se refería a aquellos, y solo aquellos que asumieron la experiencia estética, identificando esta actitud con la del espectador. Este enunciado de Pitágoras se correspondía con la opinión natural según la cual experimentar la belleza es simplemente observarla, o centrar nuestros ojos en ella misma. Que la percepción de la belleza requiriera la concentración de los sentidos respondía al propósito griego de constituir desde ahí mismo el principio de su estética. Estas experiencias estéticas identificadas con las del espectador, también se recogen en Aristóteles en su Ética a Eudemo. Se dejan aquí, según el Estagirita, algunos rasgos de la sensación que experimentamos cuando asumimos la condición de espectador: “un placer tan intenso derivado de observar que puede resultarle al hombre muy difícil apartarse de él”; o una expresión que produce una suspensión de la voluntad, hasta el punto de quedarse “encantado por las sirenas, desprovisto de su voluntad”; también dentro de una gradación de intensidad, “el exceso de placer en esta experiencia no se considera repugnante”. Pasando por la edad media, Erígena comparó la actitud estética, contemplativa, con la actitud práctica, oponiendo el deleite a la codicia y Tomás de Aquino decía que las cosas bellas son aquellas agradables de percibir, en cierta popularización de la experiencia estética. Más cercano a nuestros días, según Gadamer, la experiencia estética es una manera de auto comprenderse, un modo excelente que tiene el hombre de captarse a sí mismo en su realidad histórica.
Llamativo es que todos los grandes filósofos hasta el siglo XIX se las apañaron sin usar el término de “experiencia estética”, ya que durante dos milenios la estética se había ligado a la belleza; y aún hoy en día resulta difícil definir la experiencia estética. Schopenhauer y su teoría de la contemplación vuelve a darle la mayor significancia a la figura del espectador, quien se concentra en lo que tiene ante él, sumergiéndose en los objetos que percibe, olvidándose de su propia personalidad y sometiendo su voluntad. Y con el espectador nos detenemos, visto que esta acepción justifica el potencial contemplativo que el deporte “rey”, como es llamado el futbol, ejerce sobre los espectadores.
Tatarkiewicz, de modo semejante, entiende que el factor sensual es la principal característica de la experiencia que se da al contemplar objetos concretos. A esta la llamará “Experiencia estética”, y se diferencia de la literaria y la poética en que en estas últimas el intelecto y la emoción, respectivamente, desempeñan el papel más importante de la experiencia. En el espectador, por su parte, la fuente de satisfacción se da a través del aspecto de las cosas, llegando al placer sensual cuando, por ejemplo, observa un cuadro o una flor, ve una película, asiste a una manifestación, o escucha una canción, posibilitando la experiencia estética. Para el objetivo de este trabajo, aunque el esfuerzo de un espectador de un partido de fútbol fuera mínimo, sí es cierto que con un par de ojos, y de oídos también, es suficiente para que el espectador que asiste al estadio de fútbol se exponga a la experiencia estética del mismo modo, y aun en grado diferente, que lo hacía el que asistía a una comedia de Aristófanes o al coliseo romano. Nuevamente, sin pretensiones pasionales, sería justo reconocer que en el caso del teatro, véase la tragedia griega, el espectáculo originariamente apuntaba hacia los espectadores, el coro, pues esa era la intención de los actores, la catarsis. Quizás en el futbol, este comience por sí mismo, es decir, son los jugadores los que como los niños, y como lo dice Unamuno, dioses inmortales, se entregan al gozoso juego de la vida, y no les importa si hay algún espectador disfrutando de su juego. Pero poco a poco, el regate, el gesto técnico, la genialidad, necesita de una aprobación aunque solo fuera proveniente de los otros jugadores. Posiblemente esa reafirmación de la acción técnica dentro del juego reciba el calificativo de ¡Qué bonito!, (u Ole), algo que raramente se da en el resto de los deportes. (Aunque el Ole también se da en una plaza de toros, y de nuevo, nace la polémica en si las corridas son o no arte. Difícil sería probar que en ellas se de cierta experiencia estética, pero igual de difícil será negarla, por muy sangrienta que sea). Aunque la presencia de cualquier espectador bien que puede mudar la actitud del futbolista dentro del juego, aun siendo un niño. De hecho la presencia del espectador ha mudado la manera de entender el futbol, y a través de él, la propia vida. Por minimizar el hecho del futbol ser representación es que algunos lo acusan de ser hoy en día excesivamente mercenario. Al actuar donde mejor les conviene, los profesionales del futbol hacen la misma cosa que otros especialistas de la representación –actores, cantantes, escritores, periodistas, poetas, pintores, escultores. Es verdad que redes de televisión, grabadoras de discos, editoriales, periódicos o galerías de arte no tienen la connotación religiosa y psicológica de los equipos de futbol. Pero en este deporte el sujeto de mayor carga religiosa y emocional es el hincha, no el jugador. Este, incluso cuando incorpora aquella carga en el desempeño de su papel, continúa produciendo una representación. El futbolista tal vez sea, como en la definición de Jean Cocteau para el poeta, ‘una mentira que siempre dice la verdad’”

Fútbol, ¿religión secularizada e instrumentalización por el discurso político?.
E. Durkheim nunca creyó en la desaparición de la religión. Entendía el declive de la religión institucionalizada, pero mantenía la necesidad de simbolizar la experiencia social; lo sagrado podía cambiar sus formas, no sus funciones fundamentales. En la sociedad moderna, el individuo llegaría a ser el símbolo de la socialidad; lo sagrado se localizaría en la persona individual, los nuevos tiempos requerirían una nueva simbolización pertinente a la sacralidad del individuo. La noción durkheimiana de religión es aplicable a creencias y prácticas no religiosas en el sentido habitual del término. Desde el punto de vista sociológico, toda combinación de creencias y prácticas puede cumplir la función religiosa, siempre que verse sobre aspectos importantes de la experiencia de la vida humana. ¿Versa el fútbol sobre aspectos importantes de la experiencia de la vida humana? Para algunos, seguro que sí. No obstante, hasta aquí se llega porque, por mucho que se quiera, el fútbol no pretende encontrar el principio y sentido último de la realidad, que es lo común a la filosofía y la religión . A lo sumo, y con total tranquilidad para los fanáticos, el fútbol es el sentido último de la realidad.
Dentro del proceso de secularización que el pensamiento de Durkheim atisbaba, así como el de racionalización en Weber, Paloma García Picazo, ya desde todos esos procesos en aceleración creciente hasta llegar al liquido siglo XXI, denomina religiones secularizadas al culto a una ideología política, al culto a la moda, al dinero, al fútbol…a estas religiones secularizadas, el discurso político las instrumentaliza, vista su importancia a la hora de ejercer de herramienta de control y dominación. Basten unos ejemplos de la importancia política del futbol. En 2005 las autoridades islámicas con un decreto religioso proclamaba que el futbol no debe ser jugado para pasar el tiempo u obtener lo que se llama victoria, y si para preparar el cuerpo para la guerra santa. En Brasil, por ejemplo, durante la dictadura Vargas, y vista las consecuencias que arrastraban los juegos de la selección, el futbol brasileño pasaba a tener un carácter patriótico. En 2008, el presidente Lula decía el día de la presentación de la Ley Timemania (una quiniela brasileña creada por el gobierno federal para ayudar a los clubes a que salden sus deudas con los órganos públicos) que el futbol es una pasión nacional, un patrimonio cultural brasileño y un gran elemento de identidad de nuestro pueblo. Es nuestra responsabilidad cuidar del futbol. Es preciso resolver el problema. ¿Qué problema? Según el presidente del Sao Paulo C.F, el mismo dia de la presentación de esta ley, la mayoría de los clubes no tenían la menor condición de saldar sus deudas. Muchos ya estaban en estado de quiebra. Con la Timemania ganan todos los clubes, el gobierno y la sociedad. La situación no solo no se ha resuelto desde entonces sino que se agrava a pasos agigantados, hasta el caos. A pesar de que en 2012, solo los veinte mayores clubes del país facturasen mil millones de euros, estos clubes continúan debiendo casi el doble de lo que facturan, incrementándose la deuda a cada año (del 2010 al 2011 la deuda se elevo un 19%), sin que no solo los gobernante pasen por alto estas cantidades, sino que además protejan a dichos clubes dada la importancia que han adquirido. El estado no solo interviene y controla el futbol sino que deja al negocio del futbol exento de tributación, creando leyes que premian a los corruptos. Tal es el poder del deporte “rey”.
Por todo eso el futbol es practica cultural “buena para pensar”, como decía Claude Lèvi-Strauss al respecto del mito. Los reticentes en relación al futbol denuncian su futilidad e incluso nocividad por pretensiosamente anestesiar el espíritu crítico, alejar los individuos de la reflexión y de la contestación, dificultar las transformaciones políticas y sociales. Es verdad que el futbol no es realidad en sí, mas fuga de lo real, representación imaginaria. Él, entre tanto, no se diferencia en eso del cine, del teatro, de la literatura y de las artes en general. Así como esas formas culturales, el futbol expresa, repiensa y reconstruye idealmente la sociedad, aunque a su manera, en otro registro, con instrumentos propios (quizás desde lo cotidiano). Por canalizar con eficacia las esperanzas y frustraciones de la sociedad, despierta emoción tan envolvente y adhesión tan intensa que claramente se destaca de cualquier otra manifestación contemporánea.
Y es quizás por ello mismo, que el capitalismo cultural haya visto en él la gran gallina de los huevos de oro, al convertir al fútbol en uno de los mayores objetos de consumo de los individuos del XXI, no solo dejándolo sin su original grandeza, la del libre juego, sino aprovechando su poder mediático para alienar a las masas, por si acaso. Cuando no es posible neutralizar los liderazgos y controlar todos los medios de comunicación –internet, por ejemplo- el control ideológico usa técnicas de dispersión de la información, introduciendo nuevos temas y nuevas discusiones a la agenda de la opinión pública: grandes eventos deportivos, introducción de temas polémicos en el congreso … (Gustavo Westin, TCC)


“La televisión es el opio del pueblo” (Ernesto Sábato)
Situados ya en la manipulación mediática del tiempo libre a la que se somete el humano del XXI, es fácil escuchar en muchos hogares la sentencia “Fútbol hasta en la sopa”. La industria de los bienes de consumo ha sabido ver en este deporte el bastión fundamental con el que apelar al nivel espiritual más bajo posible, introduciéndolo en las conciencias a través del cable televisivo, con la consecuente anestesia de la sensibilidad. Desde un manifiesto del SCCP (Sabotaje contra el capital pasándolo pipa) se lee que si antes el capital llegaba hasta las puertas de la fábrica, ahora resulta que se ha salido y acompaña al currante montado en su coche, se pasea con el por el supermercado…pasa por la guardería a recoger al enano, luego a casa…enchufa el televisor…hace de bueno y de malo en la peli de después de la cena…y en los intermedios el capital se cambia de traje y hace la publicidad en todas las cadenas. En un intento de recuperar los valores del espíritu en los espacios de encuentro que posibilitan tanto el dialogo con los demás y el reconocimiento del mundo que nos rodea, como que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión, el ensayista Ernesto Sábato escribió una vez que las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz, una intensidad de la luz que nos toma. No puedo menos que recordar ese mismo efecto que produce la luz en los insectos, y aun en los grandes animales. Y entonces, no solo nos cuesta abandonarla, sino que también perdemos la capacidad para mirar y ver lo cotidiano… Quizás, y gracias a la televisión, el fútbol haya pasado a formar parte de lo cotidiano en nuestra contemporaneidad, pero siempre en una cotidianidad desde la cual se ven “mejor los paisajes en las películas que en la realidad”. Obviamente, aun no todos los humanos estando interesados en el fenómeno futbolístico, es difícil dejar de reconocer el poder que este ejerce sobre las masas y los individuos. Sobre todo en los varones.
En relación a cierta insatisfacción existente derivada de la total falta de sentido de la vida humana, del vacío interior de la existencia humana, pero insatisfacción también generada en vistas del actual tiempo libre manipulado, ambas a su vez bastante representadas por la literatura y el arte moderno, G. Lukács comenta en una conversación, por fortuna hecha libro, a su interlocutor Wolfang Abendroth lo siguiente: “Creo que se conseguirá hacer prevalecer un desarrollo alternativo si nos concentramos en el problema del tiempo libre y el otium”. La búsqueda del lucro obliga a la sociedad capitalista a “adaptarse al más bajo nivel espiritual posible”, comenta Abendroth, visto que la manipuladora industria de bienes de consumo “conduce a una permanente reducción de las potencialidades espirituales de la mayoría de la populación”. Desde esta charla entre los dos filósofos, entramos en el reconocimiento del enanismo espiritual propio de nuestra contemporaneidad, acrecentado por el progreso de la ciencia y de la técnica, aunque estas últimas más que malditas, solo están carentes de una mística, como Bergson constataba en el desequilibrio entre los progresos de la técnica y el estancamiento de la dimensión espiritual, que nos ha conducido a tener un cuerpo muy grande y un alma muy pequeña, por lo que la humanidad podría quedar aplastada por el peso de su propio progreso. Para Lukács, en efecto, la ciencia no es más que otra forma de actividad espiritual cuya categoría central es la universalidad, mientras que en el arte esta categoría es la de la particularidad. Mientras el objeto, en la ciencia, existe independientemente del sujeto, ya que los hechos científicos existen independientemente de la conciencia de los hombres, quienes no “inventan” el mundo real, la obra de arte, por su parte, surge como una realidad creada por el hombre y para el hombre, siendo el sujeto la condición de existencia del objeto. Contra el idealismo filosófico que afirma una jerarquía fija que ordena las formas de la objetividad y las relaciones entre los objetos, se concebirá el arte como un modo de manifestarse el reflejo de la realidad, o sea, relaciones del hombre con la realidad, en las que el hombre refleja a la realidad.
¿Refleja el futbol, como arte si es que este trabajo ha servido para decidir si hay algo estético en él, la realidad del hombre? ¿Aplasta la máquina de hacer dinero en que se ha convertido este espectáculo tan pasional al propio hombre, al propio hincha, des-espiritualizándolo?
(En el anexo se trata en el mismo ámbito del futbol la lucha por la autonomía en unos hinchas contra el capital que pretende acabar con ella.)


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