terça-feira, abril 29, 2025
Quizás, no se trate de una cuestión meramente racional; más bien, nuestra reacción como colectivo para estar a la altura de nuestro tiempo habría de surgir de la sensibilidad, una reacción que parte del mundo sensible. En realidad, como individuos de una colectividad, solemos reaccionar más a partir de rígidas ideas establecidas, inflexibles, que al final no idealizan más que los intereses de unos pocos gananciosos avariciosos, y nacen más de sus discursos de la tierra y de la sangre que de lo que sea la razón. Así, capitalismo y estados capitalizan y perpetuan nuestro mundo "bonitinho" hasta la última gota de sangre. Aquí, encuentran la colaboración en las creencias, los dogmas, los valores innegociables que nos hacen creer en un único y exclusivo modo de vida.
Lo que está claro es que los problemas están ahí, pero, no los vemos, no los sentimos, no los percibimos. Algunos, como Nietzsche, más sensibles, consiguieron olerlos con décadas de antelación: si hoy su hombre loco se presentara al mediodía en una plaza, entre los ateos, con una vela en su mano, buscando a Dios, habrá llegado aún muy adelantado.
No obstante, dentro de la fábrica del mundo real, no se niega la razón como fenómeno clave para que entendamos los problemas energéticos, la base solamente material de la vida, los problemas ecológicos, donde ya emergen los organismos vivos, los problemas económicos, lugar de los individuos psíquicos, , y, como último estrato, los problemas espirituales, terreno de emergencia, no solo de la propia razón, sino sobretodo del ámbito del espíritu, de la cultura y el arte.
En esta estratificación, que es solo pensamiento y, comparado con la rígida idea, está abierta a otro tipos de pensamientos que estratifiquen el mundo real, se entiende al ser humano como un ser biopsicocultural. Sin dejar de ser materia, somos hechos de materia como la piedra, somos un organismo vivo, como una célula procariota de hace cientos de millones de años , somos un ser psíquico, como un perro, que se alegra meneando la colita cuando su amo le acaracia el lomo, y, finalmente, somos un ser cultural, o social objetivado, como diría Jordi Claramonte, de quien surgen estos pensamientos sobre estratos de lo real.
Este profesor de Estética y Teoría del arte, por su lado, los usa, a través de la estratificación para una mejor comprensión, profunda y analítica, de las obras de arte. desprendida del pseudo eterno problema del dualismo; aquí y ahora, desde este fakebook, frente al dualismo que nos ha separado del resto de los estratos que compartimos, al menos, con nuestra morada, el planeta Tierra, se plantea la estratificación como modelo para una comprensión adecuada, profunda y analítica, de los problemas de nuestros días.
Sin saber de los problemas reales, los que están ahí, que en esta decada decisiva enfrentamos, estamos condenados al nihilismo paralizante, a no reaccionar ante los holocaustos, al colapso. Y todo, tristemente, porque defendemos y vivimos nuestro mundo "bonitinho" sin cuestionar nuestras ideas, las que arraigan en nuestra piel y nuestros vientres y desde allí las defendemos y vivimos. Desde las leyes de estratos, y a través de las relaciones que consigamos vislumbrar entre ellos, se sacan compresiones de nuestro mundo que,. no solo acaben con el dualismo civilizatorio, sino que tengan la fuerza necesaria para propinarnos un puñetazo en el estómago: es, sin duda, en la batalla cultural, en el estrato social objetivado, o cultural, o espiritual, si se quiere, donde se da la batalla hegemónica de las ideas, pero es en relación con el resto de los estratos, en el juego que se da entre ellos, y, especialmente en su relación con el estrato físico, donde radica cualquier atisbo de reacción de las masas, para que accedan a una mejor comprensión de los problemas reales, y por ende, a una sensibilización ante ellos como individuos de colectivos culurales.
Está claro que cuando el hambre apriete, o la electricidad se acabe por los apagones, el estrato material traerá a colación la necesidad de relación de los estratos, cuando la cultura se las haya de ver con las ganas de comer.
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